Vitalismos del siglo XX
Dentro del vitalismo hay que incluir a todas aquellas filosofías que hacen de la vida el principal tema de su reflexión. Si la filosofía Antigua había reflexionado principalmente sobre el mundo, la filosofía Medieval sobre Dios y la filosofía Moderna lo había hecho sobre el yo, el vitalismo lo hará sobre la vida que, para los filósofos vitalistas, es la realidad radical. Según ellos no cabe separar al sujeto de su cuerpo, de su mundo, y de su circunstancia. El sujeto no es una doble realidad (yo y cuerpo) sino una sola: la realidad vital.
Dentro del vitalismo hay que incluir a todas aquellas filosofías que hacen de la vida el principal tema de su reflexión. Si la filosofía Antigua había reflexionado principalmente sobre el mundo, la filosofía Medieval sobre Dios y la filosofía Moderna lo había hecho sobre el yo, el vitalismo lo hará sobre la vida que, para los filósofos vitalistas, es la realidad radical. Según ellos no cabe separar al sujeto de su cuerpo, de su mundo, y de su circunstancia. El sujeto no es una doble realidad (yo y cuerpo) sino una sola: la realidad vital.
En general el vitalismo ha
subrayado, frente al idealismo moderno, la unidad de la mente y el cuerpo en la
vida, el carácter insólito de ésta, así como sus aspectos no sólo racionales,
sino también instintivos, irracionales, y también su dimensión espiritual (el
deseo religioso), que explicarían la complejidad de la conducta humana,
racional y pacífica en unos casos, irracional y violenta en otros.
Distintos vitalismos
Las filosofías vitalistas nacen en el siglo XIX de la mano de F. Nietzsche quien consideró la vida como la realidad radical, y la entendió como "voluntad de poder", es decir, como un ansia ciega e irrefrenable por predominar.
Durante el siglo XX se hacen otras interpretaciones más moderadas de la vida.
W. Dilthey (1833-1911) la entiende más bien en un sentido biográfico: el hombre no tiene naturaleza sino historia, su esencia es ir haciéndose. Pero, el ser humano es un ser libre que se dirige a sí mismo.
Dilthey trazó una diferencia
sustancial entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas (o
ciencias del espíritu). Ambas son muy diferentes porque su objeto de estudio es
también diferente. Las ciencias de la naturaleza estudian procesos necesarios y
las ciencias del espíritu procesos libres (para Dilthey la acción humana es libre). Por tanto, en lo
relativo al estudio del ser humano no nos queda otra que investigar las razones
de las conductas humanas. Por eso, para Dilthey el método de estas ciencias ha
de ser la hermenéutica. Este es un
método de indagación que pretende la comprensión del por qué de las acciones
humanas en unas circunstancias dadas. Para conseguirlo hay que emplear técnicas
de interpretación de textos y documentos que nos permitan aclarar su sentido en
unas circunstancias históricas dadas. Pretender establecer leyes generales de
conducta al estilo de las leyes de las ciencias naturales es imposible.
H. Bergson (1859-1941) en Francia hace una interpretación más evolucionista de la vida, aunque admite que un impulso vital de carácter metafísico y espiritual está detrás del desarrollo de la vida. Este "élan vital" hace que la vida se desarrolle y evolucione.
Una de sus ideas más
originales es su concepción del tiempo como duración. Para Bergson el tiempo de la conciencia humana es
distinto del tiempo absoluto que miden los relojes. La duración psicológica del
tiempo no coincide con la duración real
del tiempo. El tiempo vivido por un sujeto transcurre más deprisa o más
despacio según las vivencias del propio sujeto. Por otro lado la conciencia es
capaz de retroceder al pasado o anticipar el futuro cosa que en el tiempo
absoluto no es posible.
Esto realmente tiene mucho interés. A mí me sugiere una idea: el
tiempo vivido viene a ser diferente según vivamos nuestras vidas. Una vida
vivida con intensidad es “más vida” que
una vida sin acontecimientos. El tiempo lo tenemos ahí para aprovecharlo, para llenarlo de acción
y así ampliarlo. La cuestión entonces será, no cuanto tiempo vivamos sino cuan
intensamente hayamos vivido. Hay vidas cortas que, en realidad, son largas,
porque se han aprovechado bien, y vidas largas que, en realidad, son cortas,
porque se han desaprovechado.
Ortega
y Gassett
(1883-1955), que recibe la influencia de Nietzsche, Dilthey y la de
existencialistas como Sartre y Heidegger, opta por un vitalismo moderado a
diferencia del vitalismo biologicista de Nietzsche. Considera que la vida está orientada
por la razón, que él llama "razón vital".
Ortega integró dentro de un
sistema propio ideas vitalistas, existencialistas e historicistas, muy en boga
en Europa. De esta síntesis nace su
“racio-vitalismo” de carácter historicista. Para Ortega la razón juega
un papel en la vida y es una razón
histórica. O sea, Ortega no fue tan radical como Nietzsche (aunque sí planteó
una filosofía sin Dios “a la vista”) y admitió la idea historicista de Dilthey
de que el ser humano no tiene naturaleza sino historia. Esto quiere decir que
somos “proyectos” por hacer.
Su afirmación más famosa “yo
soy yo y mi circunstancia” pretendía superar el realismo filosófico (que
subraya la realidad exterior al sujeto como única realidad) y el idealismo
filosófico moderno (que considera al sujeto como la verdadera realidad). Para
Ortega el sujeto (el yo) y el mundo (la circunstancia) son igualmente
importantes y no son posibles el uno sin el otro. El yo vive en una
circunstancia y la circunstancia forma parte de su yo. Esto quiere decir que un
yo vacío de mundo no es nada.
Ortega también afirmó que el
ser humano no tiene naturaleza sino historia como había sostenido Dilthey. Esta
es otra de sus famosas afirmaciones que significa que el ser humano va “siendo
y desiendo” según va viviendo. Su vida es un proyecto por hacer. Y en la realización o no de nuestro proyecto
está la felicidad o la infelicidad humana. En cualquier caso, pase lo que pase,
hay que tomárselo con “deportividad”, no desesperar e intentarlo una y otra
vez. Esta es básicamente su “ética deportiva” que Ortega propone como una
alternativa a la ética cristiana.
Ortega defendió el
“perspectivismo” en teoría del conocimiento, si bien se trata de un
perspectivismo no relativista según el cual la verdad estaría en la “suma” de
perspectivas. Esto quiere decir que siempre hay diferentes perspectivas desde
las que abordar cualquier asunto y que debemos considerarlas todas. De esta
manera nos haremos una mejor idea de los problemas.
En cuestiones políticas y
sociales Ortega fue muy crítico con los sistemas políticos que ahogan la
libertad del individuo. En su obra “La
rebelión de las masas” lleva a cabo una crítica del gregarismo de las masas
(quizás influido por Nietzsche) y defiende la necesidad de unas élites que
dirijan.
Su filosofía política ha
generado mucha polémica. Unos le catalogan de liberal y otros de antidemócrata.
Mi comentario sobre Ortega
Ortega fue un excelente escritor y un gran ensayista. Su
obsesión por escribir filosofía de forma clara y elegante es de agradecer.
Ortega tuvo el mérito de introducir en España corrientes de filosofía que no
eran aquí conocidas como el vitalismo, el existencialismo o el historicismo y trató
de integrar estas ideas en un sistema propio y coherente.
¿Lo consiguió?
Esto ya es muy discutible.
Mi discrepancia principal
está en su afirmación fundamental de que no tenemos naturaleza sino historia.
Creo que tenemos ambas cosas. Cierto que los seres humanos desarrollamos un
proyecto vital y vamos siendo lo que hacemos, pero también cierto que somos de
una determinada manera y que determinadas acciones nos hacen daño. Por ejemplo,
yo creo que los seres humanos todos (absolutamente todos) tenemos un mismo
deseo que es “ser queridos”. Es decir, a mi me parece que somos seres
constitutivamente amorosos y que esta manera de ser hay que tenerla en cuenta
para saber qué nos hace felices. Sí tenemos naturaleza y, por tanto, no
cualquier “proyecto” vale para alcanzar la felicidad.
En otras cuestiones su pensamiento adolece de cierta ambigüedad.
Por ejemplo, su perspectivismo no relativista no aclara como pueden
complementarse visiones o ideas de la realidad completamente antagónicas.
Cierto que complementar perspectivas está bien cuando hay que tener en cuenta
intereses diversos, pero hay otras muchas cuestiones en las que el
perspectivismo falla. ¿Cómo complementar el materialismo con el espiritualismo?
O ¿el ateísmo con el teísmo? O ¿cómo aplicar su perspectivismo a la ciencia?
¿Qué hacemos con las teorías científicas que han sido refutadas y sustituidas
por otras? ¿Podemos "complementar" la física aristotélica con la
física newtoniana? Esto quiere decir que, en muchas ocasiones, la verdad no está
en la suma y complemento de perspectivas, como sugiere Ortega, ya que hay
perspectivas que, sencillamente, son falsas.
Otra ambigüedad está en la fórmula “sé el que eres” (heredada de
Nietzsche) que Ortega propone como guía moral. Este criterio significaba en
Nietzsche algo así como “haz lo que quieras” y no te arrepientas de nada.
Ortega la interpreta como “haz tu proyecto”, lo cual está bien siempre que “tu
proyecto” no sea dañino para con los demás y para con uno mismo. Ortega no nos
indica ningún criterio en este sentido. Entonces, "sé el que eres" se
convierte en una máxima vacía de
contenido que puede justificar cualquier proyecto humano.
Su ética “deportiva” la veo un tanto limitada aunque lógica, si
tenemos en cuenta que Ortega no tenía un concepto trascendente de la
existencia. Si no hay esperanza, pues eso de tomarse la vida de forma deportiva
está muy bien. Mucho mejor, desde luego, que andar lamentándose y angustiado
como proponen algunos existencialistas tan pesimistas como Sartre. Pero no creo
que esta ética “deportiva” supere a la ética cristiana que, además de ser una
ética optimista (hay salvación para el ser humano), propone un ideal de
fraternidad que le da sentido a la vida y nos hace más felices.
En cuanto a las ideas políticas de Ortega no sé qué decirte. En
ocasiones Ortega parece un liberal y lo que dice está más que justificado,
pero, en otras ocasiones, más parece estar proponiendo una suerte de
aristocracia de las élites culturales que deben dirigir a las masas. En todo
caso Ortega supo ver, como nadie, el conflicto
que existe en las democracias actuales entre el poder de las mayorías y
el respeto de los derechos individuales. Distinguió los dos principios que
conforman nuestras democracias: el
“principio democrático” y el “principio liberal”. El primero dice que el
poder reside en el pueblo y el segundo dice que el poder del pueblo debe
limitarse. La cuestión importante aquí es preguntarse:¿Dónde está el límite?
Este es un problema muy interesante que solo tiene una solución:
si queremos que la democracia sea una
democracia no paradójica y se autodestruya (caso Hitler), el pueblo no puede
decidir todo lo que quiera. Debe respetar una serie de derechos individuales
como el derecho a la vida, el derecho a la propiedad privada y el derecho a las
diferentes libertades de acción, conciencia y expresión.
No puedo extenderme más sobre este problema, pero si quieres más
información te recomiendo un libro de G. Sartori que se titula “¿Qué es la
democracia?”.
Son unas 400 páginas.
Je, je.
Merece la pena.
Ya sabes: si no lees, difícilmente tendrás opiniones sólidas.
Te adelanto algo: para Sartori solo las democracias liberales
con economía de libre de mercado son auténticas democracias no paradójicas.
Vitalismos cristianos
Tras la guerra civil española Ortega perdió su influencia. A Ortega no se le permitió regresar a su
cátedra, aunque sí vivir en España hasta su muerte en 1955. Durante este tiempo
viajó con frecuencia al extranjero, pero en España fue silenciado. No contó con
el apoyo del régimen nacional-católico de Franco y su filosofía fue
prácticamente desconocida en la Universidad española, donde predominó una filosofía de carácter
escolástico-tomista.
Fue a partir de los años 60 cuando Ortega
fue recuperado por una serie de profesores universitarios que habían conocido
al maestro en la Universidad Central de Madrid durante la Segunda República. Se
les encuadra dentro de la denominada “Escuela
de Madrid” y sus principales representantes fueron García Morente, José
Gaos, Xabier Zubiri, María Zambrano y Julián Marías. Todos ellos se ven
influidos por Ortega pero, en general, desarrollan filosofías vitalistas de
carácter cristiano.
Zubiri defiende el concepto de “inteligencia
sentiente” y rechaza la división entre razón y sentimiento. Esta inteligencia
nos dice que estamos religados a lo real y a Dios como fundamento último de esa
realidad.
Julián Marías desarrolló un racio-vitalismo orteguiano en
el que se admite la posibilidad de la trascendencia y la inmortalidad.
María Zambrano (que desarrolla su filosofía en el exilio)
defiende la idea de la razón poética frente a la razón científica. El ser
humano es un misterio y ese misterio no lo desvela la razón científica sino la
razón poética. Esta razón nos enlaza con Dios como anhelo fundamental del ser
humano.
Mi comentario
Estos herederos de Ortega han sido capaces de compatibilizar el
vitalismo (predominantemente ateo) con el cristianismo. La vida del ser humano
no es como la vida biológica de un animal que simplemente está gobernada por
los instintos. Es algo más. Ese algo más es para estos filósofos una especie de
deseo de trascendencia que, en el fondo, es un deseo de Dios. Así que, si los “maestros de la sospecha” del
siglo XIX (Marx, Nietzsche y Freud) habían descubierto intereses materiales, instintos,
pasiones, deseos de placer en el ser humano, estos “nuevos vitalistas”
descubren otros deseos, bien distintos y más básicos para ellos, como son el
deseo de trascendencia o los sentimientos religiosos, como determinantes de nuestra naturaleza.
En esta tesitura la pregunta que cabe hacerse es:¿Cuál o cuáles
son los impulsos determinantes del ser humano? ¿Qué es, en realidad, lo que nos
mueve? ¿Qué es aquello que más queremos los seres humanos? ¿Qué explica nuestra
acción: el instinto (Nietzsche), el placer (Freud), los intereses materiales
(Marx), el deseo de poder (Nietzsche), el deseo de autoafirmación (Jung), el
deseo de trascendencia, o sea, el deseo de Dios (S.Agustín, Unamuno…) ?
¿Qué es lo que más
queremos?
Aquí tienes, digámoslo así, la pregunta del millón de la Filosofía
actual, al menos en el denominado “bloque continental” que sigue interesado en
estas cuestiones metafísicas.
Te puedo adelantar brevemente mi opinión. Para mí el impulso más
básico del ser humano es el amor. Creo que esto es lo que más queremos los
seres humanos: amar y ser amados. Así que para mí, amar y vivir vienen a ser lo
mismo. O sea, una vida sin amor no es vida. Dicho de otro modo: si no amamos,
estamos muertos. Y, por el contrario,
una vida con amor, eso es verdaderamente vivir. Creo que incluso los que
persiguen otros deseos (más egoístas) como el dinero, el placer, el poder, la
autoafirmación, lo hacen porque buscan ser queridos.
Este es un tema más amplio que ahora no puedo tratar en toda su
profundidad, pero me da en la nariz que esto es lo que la gente quiere: amar y
ser amados y esto por siempre.
Entonces, el amor sería la tendencia del ser humano más básica y
la que proporcionaría el verdadero equilibrio a nuestra vida y a todas sus
pulsiones internas.
El mito del carro alado de Platón deberíamos cambiarlo y poner
en la posición del auriga (no a la razón) sino al amor. Si es el amor quien
dirige todo me cuadra. ¡Todas las tendencias humanas (que ahí están y que no
hay que negar) como la razón, el placer, los deseos, los intereses, la voluntad
de poder, la búsqueda de la autoafirmación y hasta el deseo de Dios
subordinadas al amor¡
Thas is the solution¡
¿No crees?
P.D: Habrás observado que he soltado al final una especie de
idea bomba de relojería: “…hasta el deseo de Dios subordinado al amor”. Pues
sí, esta es la cuestión clave para mí a la hora de vivir o practicar la
religión cristiana. ¿O es que se puede amar a Dios sin amar previamente a los
demás? Imposible, ya que amar a los demás es precisamente amar a Dios. Y ahora me viene a la cabeza eso
de si “has traído tu ofrenda al altar y
allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí
delante del altar y ve a reconciliarte primero con tu hermano y luego, vuelve y
ofrece tu ofrenda”. Y eso de “si alguien
dice yo amo a Dios pero aborrece a su hermano miente, porque el que no ama a su
hermano a quien ve ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?”.
Estas palabras son de los evangelios y son rotundas.
Fuerte, muy fuerte…