Las religiones del azar y el destino

Esta idea de pensar que todo es producto de la suerte o del destino, tan extendida en nuestros días, merece un comentario. Para comprobarlo solo tienes que ver el éxito que tienen esos programas de televisión en los que alguien por acertar con la cajita en la que está escondido un premio, ya se lo lleva. Si te fijas bien, estos concursos  no exigen preparación alguna para participar. Simplemente haber tenido la suerte de ser elegido para el programa y luego tener la suerte de elegir la cajita de marras.

 Lo mismo pasa en los juegos de azar, apuestas, quinielas y loterías. Solo hace falta tener algo de dinero y apostar. Luego será la rueda de la fortuna la que haga su trabajo y si hay suerte ganaremos el premio.  

Los defensores de que todo es producto del azar -que cada vez son más gracias a Paul Auster- han dejado de creer -claro está- en un suprasentido (por ejemplo en Dios), pero no por ello han dejado de ser creyentes en una vieja religión que es la religión de la suerte, cuyos ritos más destacables son las invocaciones constantes a la suerte, cruzar los dedos, tocar madera, o lo que es más ridículo aún, buscar al gafe en toda circunstancia y alejarse de él lo más posible.

Esto lo puedes detectar en algunos programas deportivos dónde se oyen expresiones como ésta: ¡una llamadita a la suerte mientras nos vamos a la publicidad!

De vez en cuando coincide que alguien marca un gol en ese tiempo de publicidad y, entonces, los creyentes de esta religión gritan enfervorizados: ¡Lo ves! ¡Ha funcionado! Entonces cuando hace falta otro gol, hay que hacer otra invocación a la suerte y vuelta a la publicidad.

Muy parecida a esta religión es la religión que profesan los creyentes en el destino. Su creencia básica es que nuestro destino ya está escrito en las estrellas y que, tanto nuestro carácter como nuestro futuro, ya están decididos. Los descubrirás por frases como:

-Yo como soy Tauro soy muy cabezota.

Esta frasecita insustancial tiene mucha miga. En el fondo lo que se dice es que yo soy así, no porque yo me haya hecho así, sino por causas ajenas a mi voluntad. La causa en este caso es que cuando nací (no se especifica si es cuando uno es concebido o cuando uno asoma la cabeza a este mundo traidor) la tierra se encontraba en una determinada posición con respecto a la constelación de Tauro. Si quieres que te diga la verdad no he escuchado nada más ridículo en mi vida. 


Sobre los horóscopos (o la tontería esa de echar las cartas) podríamos hablar largo y tendido. Si te tomarás el trabajo de compararlos entre sí, verías que la tomadura de pelo es monumental. En uno te pueden decir que te vas a forrar y en otro todo lo contrario, que andes con cuidado que tienes peligro de arruinarte de forma inmediata. Por otro lado, lo que vaticinan es imposible de falsarlo, o sea, de refutarlo. Nada que te ocurra puede refutar sus predicciones: si no te arruinas ya te decía el horóscopo que corrías peligro pero que no era seguro. En fin, una patraña.

Azar y destino son lo mismo

En realidad las dos religiones (la de los que creen en el azar y la de los que creen en el destino) son una y la misma porque el azar no deja de ser un destino. Esto lo demostró Popper en un conocido libro EL indeterminismo no es suficiente. Azar (indeterminismo) y destino (determinismo) son lo mismo. Lo que sucede es que en un resultado azaroso son tantas las causas que intervienen que es imposible conocerlas todas y poder predecir lo que va a pasar. Pero en un resultado azaroso, por ejemplo, que se te caiga una maceta en la cabeza, no deja de cumplirse ninguna ley física y ser, por ello, un suceso completamente predeterminado.

Ni que decir tiene que, para  muchos filósofos, el hecho de que el ser humano pueda orientar su existencia (sea libre y tenga voluntad) es una prueba de que no todo está prefijado.

Sentido y responsabilidad

Quizás una razón de la popularidad de estas creencias esotéricas en el azar y/o el destino esté en que realizar un sentido exige un esfuerzo y conlleva una responsabilidad. Y hay muchos que no quieren ni oír hablar de esta palabrita: responsabilidad. Ésta es, sin duda, una de las razones que explican muchos fenómenos de nuestro tiempo como la subordinación a los líderes que se produjo en los regímenes nazis, fascistas y comunistas, o el triste adocenamiento de las masas en nuestra enriquecida sociedad occidental.

Al respecto resultan muy interesantes dos lecturas que corroboran esto y que no me resisto a recomendarte:




Si tienes tiempo en algún momento de tu ajetreada existencia, puedes leerte estas dos obras. Los presupuestos filosóficos de sus autores son diferentes, pero ambos coinciden en que el miedo a la responsabilidad está detrás de la entrega de nuestra libertad a los líderes. Entregamos nuestra libertad y así descansamos de la responsabilidad de tener que decidir y apechugar con las consecuencias de nuestros actos. Siempre podemos excusarnos: "yo era un mandado". Por cierto que esta fue la excusa que pusieron los nazis juzgados en el proceso de Núremberg al término de la Segunda Guerra Mundial. Claro que no les sirvió de nada.

En fin, que cada día estoy más convencido de que hay que leer y mucho para que no nos engañen tan fácilmente. Estas dos obritas son la vacuna perfecta contra totalitarismos de todo tipo.

Hazme caso.

 


Nietzsche a examen
Nietzsche es un filósofo fundamental para comprender los tiempos actuales y las filosofías postmodernas tan de moda en nuestros días. Por eso, creo que merece un análisis crítico especial. Te participo que, al respecto, he escrito un breve ensayo que se titula precisamente "Nietzsche a examen". Te hago a continuación un resumen de mis conclusiones sobre el valor de la filosofía de Nietzsche pero te animo a que leas mi obrita.
No verdades, incoherencias e ideas dañinas
 En mi opinión, la filosofía de Nietzsche no logra superar tres “controles de calidad cognoscitivos” que me parecen básicos para valorar su filosofía y cualquier otra.
El primero es el  control de correspondencia, que consiste en saber si las afirmaciones sobre hechos que hace N. son verdaderas o no. Al respecto he de decir que   la filosofía de Nietzsche contiene muchas afirmaciones de hecho simplemente falsas: el mundo no es tan irracional e inexplicable como él piensa. Por el contrario, en el Universo sí hay estructuras organizadas que pueden ser explicadas por la razón. tampoco es verdad que el ser humano solo quiera imponerse a los demás. También quiere amarles. Que los animales salvajes sean libres y que N. nos los ponga como un modelo a seguir no deja de ser un puro mito. Los animales salvajes no son libres en absoluto sino que están sometidos al instinto y no pueden hacer sino lo que hace. Por otro lado, N. hace muchas   generalizaciones indebidas (no todas las conciencias religiosas surgen del resentimiento, el ser humano no es solo sus instintos, etc.) y toma así la parte por el todo.  
Otro control básico es el control de coherencia, es decir, debemos examinar si las afirmaciones que hace N. consideradas conjuntamente no se contradicen entre sí. En este punto la filosofía de Nietzsche contiene, algunas contradicciones generales difíciles de salvar, como la negación de la existencia de un Yo, que es incompatible con la exigencia de responsabilidades morales a cristianos y demás “resentidos”.Si no hay un Yo a quien echar las culpas y la responsabilidad moral es un cuento chino de los curas y demás resentidos ¿por qué N. insiste en culpabilizar a todo aquel que no es nietzscheano?  O, la contradicción más grave de todas que es su vitalismo radical que, si lo aplicamos, puede conducirnos, paradójicamente, a perder la vida.

         Y, hay un tercer control que deberíamos aplicar que me gusta llamar control de  “beneficio para todos”. Este control consiste en preguntarse si, de aplicar las propuestas éticas o políticas de N., no dañamos a alguien. Y en este punto es claro que la filosofía de Nietzsche  hace algunas propuestas claramente perjudiciales para todos los seres humanos, como su alabanza de la guerra como método de progreso o su descabellada idea de que sean los “fuertes” los que deben dirigir nuestra sociedad y prevalecer sobre los "débiles". Estas propuestas me resultan inaceptables por ser contrarias al bien de muchas personas.
Lo que Nietzsche nos enseña
En el haber de Nietzsche están, en mi opinión, algunas críticas a algunos aspectos de nuestra cultura occidental “platónico-cristiana” que, ciertamente, podemos calificar de desvaríos que deberíamos evitar siempre. Entre ellos está su denuncia del espíritu envidioso como motor del ánimo (ya sea religioso o político)  de las personas, su crítica de los escapismos metafísicos de algunas conciencias que se desentienden del mundo y sus problemas, su denuncia de la inautenticidad religiosa cuando se utiliza la religión para manipular las conciencias y obtener beneficios económicos o políticos, o su denuncia de los  gregarismos de las masas que anulan la individualidad.
También podemos considerar en su haber algunas propuestas filosóficas como la recomendación de vivir intensamente la vida (el “carpe diem”), aunque su “carpe diem” no sea tan liberador como Nietzsche cree, y la exigencia de autenticidad en todo lo que hagamos, aunque finalmente su concepto de autenticidad no sea coherente y conduzca a la destrucción de nuestra propia humanidad. Ciertamente Nietzsche no desarrolla estas ideas de forma aceptable, pero en ellas hay algo de valor si las orientamos de forma adecuada. “Carpe diem” sí, pero un “carpe diem” orientado a amar a los demás y a mejorar el mundo. Autenticidad en todo lo que hagamos, desde luego, pero una autenticidad que sea verdaderamente auténtica, en la que realicemos nuestros verdaderos quereres como el amor universal y no aquellas pulsiones egoístas que, finalmente, no nos hacen felices.  
Balance final
Como balance final yo diría lo siguiente: creo que en la filosofía de Nietzsche pesan más los desaciertos que los aciertos pues la cuestión fundamental es que Nietzsche abandona por completo la idea de la dignidad del ser humano (idea que defiende insistentemente el cristianismo) y pasa a considerar a los seres humanos como miembros de una especie animal más. Esto, desde luego, además de un error, supone cambiar radicalmente el “paradigma filosófico” en el que ha vivido Occidente desde el surgimiento del cristianismo.
Nietzsche, no obstante, me parece un filósofo imprescindible en la Historia de la Filosofía que debemos estudiar con atención, pero que hay que superar.  Nietzsche  es una encrucijada de dos caminos opuestos: uno es el de la irracionalidad y el otro el de la racionalidad. Seguir los postulados nietzscheanos conduce (si los ponemos en práctica) a la autodestrucción personal y social. Destrucción personal pues el “amor a uno mismo” y el “descontrol de los instintos o pasiones” termina por destruir a la persona. Y destrucción social pues una sociedad guiada por la “ley del más fuerte” conduce a la guerra y al sufrimiento. Por estas razones, no creo que la filosofía de Nietzsche pueda servir como ideario filosófico para nuestra civilización ni para ninguna otra. Simplemente es su veneno.

Pero, dicho esto, tengo que reconocer que  Nietzsche me ha enseñado algo muy importante y útil: en nosotros hay un punto irracional que puede llegar a gobernarnos. Conviene conocer ese lado oscuro de nuestra naturaleza en profundidad  para estar advertidos de lo que nos espera si aceptamos la irracionalidad como criterio de conducta. Quizás, por eso, conocer la filosofía de Nietzsche sea tan necesario hoy: nos enseña el camino que no deberíamos seguir.