Cristianismo y libertad
“Hasta conocer la ortodoxia no supe lo que es la emancipación mental.”Esta paradójica afirmación es de G.K. Chesterton y está tomada de su libro Ortodoxia. Se refiere, claro está, al cristianismo. Si me permites voy a explicarte por qué dice esto Chesterton.
“Hasta conocer la ortodoxia no supe lo que es la emancipación mental.”Esta paradójica afirmación es de G.K. Chesterton y está tomada de su libro Ortodoxia. Se refiere, claro está, al cristianismo. Si me permites voy a explicarte por qué dice esto Chesterton.

(Chesterton)
Antes, una aclaración: que el cristianismo sea la religión de la libertad no solo lo ha dicho Chesterton. La misma idea la encontramos en Hegel quien consideró que gracias al cristianismo surgió en occidente la conciencia individual. El cristiano ya no está supeditado, en lo que concierne a su religión, al Estado ni al Emperador, al que le dice:
“Tú no eres el dueño de mi conciencia. Ahora mi dueño es otro que tú (Dios) y, por eso, yo a ti, ni te adoro ni participo de tu religión”.
“Tú no eres el dueño de mi conciencia. Ahora mi dueño es otro que tú (Dios) y, por eso, yo a ti, ni te adoro ni participo de tu religión”.

(Hegel)
Esta emancipación vino al mundo, según Hegel, de la mano del cristianismo que predica la libertad de conciencia a todos los seres humanos que, a partir de ahora, si deciden cumplir con los mandamientos de Dios, deben hacerlo libremente. El Dios del cristianismo se presenta como un padre amoroso que no obliga a su amor.
Crítica de las filosofías deterministas
Para Chesterton el cristianismo es la doctrina que mejor defiende un concepto coherente de la libertad humana, tanto desde un punto de vista teórico como práctico.
Filosofías como el materialismo, el panteísmo, o la razón científica moderna, son filosofías deterministas que niegan la libertad. Conciben al Universo y al hombre como mecanismos. Por eso dice Chesterton:
“Los deterministas en vez de aflojar los grillos, los remachan”.
El materialismo, por ejemplo, es una filosofía que, al negar el espíritu, niega la libertad. Si no hay espíritu, no es posible la libertad. La materia se rige por una serie de leyes que determinan todos los sucesos. Luego, si consideramos al ser humano como un ser solo material, entonces lo reducimos a un mecanismo. Su libertad es mera ilusión.
Crítica de las filosofías deterministas
Para Chesterton el cristianismo es la doctrina que mejor defiende un concepto coherente de la libertad humana, tanto desde un punto de vista teórico como práctico.
Filosofías como el materialismo, el panteísmo, o la razón científica moderna, son filosofías deterministas que niegan la libertad. Conciben al Universo y al hombre como mecanismos. Por eso dice Chesterton:
“Los deterministas en vez de aflojar los grillos, los remachan”.
El materialismo, por ejemplo, es una filosofía que, al negar el espíritu, niega la libertad. Si no hay espíritu, no es posible la libertad. La materia se rige por una serie de leyes que determinan todos los sucesos. Luego, si consideramos al ser humano como un ser solo material, entonces lo reducimos a un mecanismo. Su libertad es mera ilusión.

(El hombre máquina)
A la misma situación nos conduce el panteísmo. La idea de que todo es Dios anula la individualidad de cada ser humano, que deja de ser un sujeto libre (y único) para pasar a ser un momento necesario del desarrollo de Dios.
También la razón científica moderna es determinista. Según Chesterton ha limitado tanto las posibilidades del conocimiento humano que el resultado es el agotamiento mental. Al concebir a la mente humana como un mecanismo la razón misma se suicida. Si pensamos de forma mecánica ¿para qué pensar?
Pesimismo e inactividad moral
Por otro lado estas filosofías deterministas nos abocan al pesimismo y, lo que es peor, a la inactividad moral.
Estas filosofías son pesimistas porque no ofrecen ningún sentido a la vida y le arrebatan al ser humano la posibilidad de escribir su propia historia. Su libertad –le dicen- es una ilusión. Todo, hasta el amor, depende de la química. Y su destino es la desaparición. Todo para nada.
El corolario lógico de los distintos determinismos es la inactividad moral. Si todo está ya escrito ¿para qué mover un dedo? Todo está bien, porque todo ha de suceder irremediablemente. El ser humano ya no tiene ni la libertad de ser un pecador, porque desde ahora es un paciente, alguien al que le pasan cosas de las que no tiene culpa alguna.
¿Quién cree más en la libertad?
El cristianismo, nos dice Chesterton, incorpora una visión más compleja de la realidad, en la que cuenta el libre albedrío humano, el misterio y hasta los milagros. Para el cristianismo existe un Dios que crea el mundo y sitúa actores en él, como en un escenario, para que libremente escriban una obra de arte de la que puedan sentirse satisfechos. Dios es libre y crea seres humanos libres, protagonistas de su propia vida, como dice Vattimo “iniciativas iniciadas”. Entonces: ¿quién restringe más? Los deterministas, sin duda, concluye Chesterton porque el cristiano es libre para admitir que hay en el universo una dosis considerable de orden preestablecido y que hay además espíritu y libertad: su explicación es más compleja y optimista.
Crítica a las teorías de la libre voluntad sin límites
Pero alguien podría decir: -vale, de acuerdo, pero ¿la obediencia a los mandamientos de la ley de Dios, no supone también la pérdida de la libertad?
También la razón científica moderna es determinista. Según Chesterton ha limitado tanto las posibilidades del conocimiento humano que el resultado es el agotamiento mental. Al concebir a la mente humana como un mecanismo la razón misma se suicida. Si pensamos de forma mecánica ¿para qué pensar?
Pesimismo e inactividad moral
Por otro lado estas filosofías deterministas nos abocan al pesimismo y, lo que es peor, a la inactividad moral.
Estas filosofías son pesimistas porque no ofrecen ningún sentido a la vida y le arrebatan al ser humano la posibilidad de escribir su propia historia. Su libertad –le dicen- es una ilusión. Todo, hasta el amor, depende de la química. Y su destino es la desaparición. Todo para nada.
El corolario lógico de los distintos determinismos es la inactividad moral. Si todo está ya escrito ¿para qué mover un dedo? Todo está bien, porque todo ha de suceder irremediablemente. El ser humano ya no tiene ni la libertad de ser un pecador, porque desde ahora es un paciente, alguien al que le pasan cosas de las que no tiene culpa alguna.
¿Quién cree más en la libertad?
El cristianismo, nos dice Chesterton, incorpora una visión más compleja de la realidad, en la que cuenta el libre albedrío humano, el misterio y hasta los milagros. Para el cristianismo existe un Dios que crea el mundo y sitúa actores en él, como en un escenario, para que libremente escriban una obra de arte de la que puedan sentirse satisfechos. Dios es libre y crea seres humanos libres, protagonistas de su propia vida, como dice Vattimo “iniciativas iniciadas”. Entonces: ¿quién restringe más? Los deterministas, sin duda, concluye Chesterton porque el cristiano es libre para admitir que hay en el universo una dosis considerable de orden preestablecido y que hay además espíritu y libertad: su explicación es más compleja y optimista.
Crítica a las teorías de la libre voluntad sin límites
Pero alguien podría decir: -vale, de acuerdo, pero ¿la obediencia a los mandamientos de la ley de Dios, no supone también la pérdida de la libertad?

Para Chesterton la respuesta es no, porque el cumplimiento de esos mandamientos es lo que realmente nos hace libres.
Esta afirmación merece una explicación más amplia.
La libertad de hacer cualquier cosa puede tener la consecuencia indeseable de acabar con la libertad. Esto puede parecer paradójico pero es así. Lo decisivo es elegir hacer aquello que no destruya nuestra libertad y nos permita realizarnos como personas. Por eso lo importante es si la elección que hacemos es o no buena para nosotros. Es decir, si nos potencia o, lo que es lo mismo, si nos acerca al fin de ser mejores personas. Y los mandamientos, para Chesterton, cumplen ese fin: nos liberan, del mismo modo que el cumplimiento de una disciplina le permite al músico dominar un instrumento y gozar de la música. Todos ellos, sean prohibiciones (no matar, no robar…) o propuestas (amar al prójimo, honrar a los padres…) nos realizan como mejores personas.
Y nos hacen más felices.
De ahí que, para Chesterton, los adoradores de la libre voluntad sin límites, como Nietzsche, se contradigan.
1º. Porque la libertad sin límites es imposible ya que cualquier elección que hagamos en la vida conduce a una limitación. Si decido vivir en Burgos, de algún modo, me obligo a vivir en Burgos. Esto lo sabía muy bien el cínico Diógenes que, cuando fue expulsado de Atenas, dijo al marcharse: vosotros me condenáis a irme de la ciudad y yo os condeno a vosotros a quedaros.
Y cuando elegimos algo (lo que sea), en ese preciso instante dejamos de elegir otras muchas opciones. Por ejemplo, si elijo ser médico, al mismo tiempo he elegido perder otras posibilidades, como ser biólogo o carpintero.
2º.La libertad absoluta puede conducir a su propia negación. Para que lo comprendas: eres muy libre de beber cianuro, pero si lo haces, adiós a la libertad.
Mi comentario
Creo que Chesterton pone el dedo en la llaga. La libertad es algo muy curioso. Por un lado es una posibilidad de hacer lo que queramos (a esto se le ha llamado “libertad de”), pero por otro lado lo que decidimos hacer nos conduce a unas consecuencias. Puedo decidir emborracharme a todas horas (y soy libre de hacerlo), pero la consecuencia es que me convierto en un alcohólico. Pero también puedo decidir hacer ejercicio y convertirme en un deportista. O sea: toda “libertad de”, es también una libertad para algo (lo que se ha llamado la “libertad para”).
Entonces, todo este embrollo de la libertad tiene, en mi opinión, una solución: al ejercitar nuestra “libertad de”, debemos considerar el “para” y elegir aquellas opciones que no nos anulen como personas. Me dirás que esta solución es muy vacua e indeterminada. Es posible, pero al menos puede servirte como criterio mínimo para no caer en determinadas trampas.
Cuando Jesús de Nazaret dijo que “la verdad os hará libres”, estaba diciendo que, si queremos ser libres de verdad, no podemos prescindir de la realidad. No podemos obviar las consecuencias de nuestros actos y lo que esos actos hacen de nosotros. Porque cada uno de nosotros seremos aquello que hagamos. Cuando se dice, en contra de la afirmación de Jesús de Nazaret, que “la libertad os hará verdaderos”, simplemente se propone una trampa. ¿Qué trampa? La trampa de la libre voluntad sin límites que puede impedirte realizar el proyecto de ser una persona (y sentirte satisfecho por ello) o curiosamente a la desaparición de la libertad.
De modo que si me permites un consejo, para terminar, ahí te va uno: cuídate de estos predicadores de la libertad sin límites, no sea que, si les haces caso, te roben la libertad.