Idea del amor

(digresión)

  Ya puestos, hablemos del amor.

 Para mí el amor es la pasión básica del ser humano. El ser humano es un ser que desea amar y ser amado. Pero, ¿qué es el amor?

Los filósofos han tratado este tema desde Platón a nuestros días. No voy ahora a repasar todas sus teorías. Iré directamente al grano.

 Amar a alguien significa para mí querer lo mejor para ese alguien y actuar conforme a ese querer. Esto viene a significar algo así como que amar es hacer el bien al objeto amado. No se entendería que amaramos a alguien y le hiciéramos el mal.

 Entonces, para amar, no solo hay que querer el bien de lo amado, sino que también hay que hacerle el bien. La cuestión se centra entonces en definir qué es el bien para un ser humano. Esto ha de ser algo así como que el que ama desea todo lo bueno y hace todo lo bueno a favor de lo amado. Supongamos que quiero mucho a mi coche. Pues lógicamente lo cuidaré al máximo teniendo en cuenta que es un coche. Lo llevaré a reparar cuando se estropee. Lo lavaré y limpiaré con frecuencia. Lo conduciré de forma adecuada para no quemar el motor, etc. Pues bien, esto significa que lo trataré como tal coche que es. Si trasladamos esto a los seres humanos pues la cosa será igual. Amar a un ser humano significará hacerle al otro todo aquello que le beneficie y no le destruya, cosas como tratarle bien, ayudarle, acompañarle, respetarle, considerarle, etc. Y, del mismo modo, ser querido significará que somos considerados, respetados, ayudados o acompañados por los demás.

  Para amar, entonces, tendremos que saber qué es lo que le viene bien al otro. Esto significa que habremos de pensar en el otro, salir de nosotros mismos y actuar para mejorar la vida del otro. También significa que habremos de considerar al otro en su mismidad, en lo que es. Esto quiere decir que habremos de tratarlo como un ser humano se merece, nunca como un objeto. Esta es una diferencia muy importante con respecto a nuestro amor por las cosas. Los seres humanos no son cosas y, por tanto, no pueden ser empleados como medios para lograr nuestros fines. Por ejemplo, un ser humano no puede ser esclavizado y utilizado como un animal de carga. Hacerlo es no amarle.

Convertir a los demás en medios para alcanzar nuestros objetivos (explotarles, mentirles, manipularles, etc.) eso es lo contrario al amor.

 Amar y ser amados

 He dicho que el ser humano quiere amar y ser amado. ¿Son dos deseos diferentes?  Creo que no. En mi opinión estos dos aspectos están curiosamente relacionados. Solo si amamos encontraremos el amor de los demás. El amor que damos devuelve amor: despierta en los demás el mismo impulso a amar a los demás. Como explica Martin Buber, el “tú” al ser querido pasa a formar parte de nuestro “yo” y eso produce el “nosotros”. Este “nosotros” es el amor que todos queremos. Salir de nuestro “yo” para llenarlo con un “tú” o muchos “túes” y constituir una nueva realidad (el “nosotros”) en la que sentimos el amor en plenitud. En este amar y ser amados encontraremos la felicidad. Nos sentiremos satisfechos. Amar significa entonces salir de uno mismo y amar a los otros. De este modo se constituye ese “nosotros”. En esta unidad de polos distintos está el amor.

 Formas de amor

 Por último, una consideración importante: hay muchos tipos de amor. Lo dicho anteriormente tómatelo con carácter general. Pero hay muchas formas de amor, tantos como objetos amados.  Los filósofos, con relación a las personas, han distinguido tres tipos: el amor pasional o erótico, el amor de amistad y el amor de caridad. El primero es un amor que busca el placer en el cuerpo del otro. El segundo busca alcanzar bienes como la sintonía emocional con el otro. Y el tercero, el de caridad, es un amor que busca hacer el bien a los demás aunque no haya placer ni sintonía emocional alguna de por medio. Este es el amor más “desprendido” porque “aparentemente” la persona que ejercita la caridad no obtiene nada del otro (ni placer ni sintonía emocional). Digo “aparentemente”  pues el amor de caridad, aunque parece el amor más desinteresado, y ciertamente lo es, sin embargo, quien lo practica obtiene un beneficio muy importante: el contento consigo mismo y, en ocasiones, el agradecimiento de la persona amada.

 Estos amores pueden darse por separado y habría que estudiar cómo son posibles y qué condiciones deben reunir para ser verdaderamente amores. También pueden darse todos a la vez en una misma relación y eso es ya lo que voy a llamar el “amor 10”, o sea la “bomba atómica” del amor, el amor más pleno y reconfortante. Creo que estos amores deberían cumplir con las condiciones que hemos visto anteriormente: nunca pueden conducir a considerar al otro como un objeto, como un medio y siempre deberán buscar el bien del otro.

 Otros amores

  Además del amor hacia las personas hay otros amores que no podemos olvidar. Puede amarse, por ejemplo, la vida, la verdad, la belleza, la justicia, la libertad o a Dios.  A continuación te ofrezco una lista de estos “otros” amores:

 1

El “amor a la vida” que  significa hacerle bien a la vida de todos, o sea, respetarla y cuidarla. Esto incluye el amor a la naturaleza que es nuestro hábitat vital. Queremos vivir y vivir bien. No queremos sufrir ni padecer enfermedades. Es, por ello, que buscamos las riquezas y trabajamos para lograrnos el alimento, la vestimenta y un hogar donde vivir.

 2

El “amor a la libertad” significa que queremos tomar nuestras propias decisiones y vivir en un entorno social de libertad. La libertad nos otorga dignidad porque nadie quiere vivir sometido a la voluntad de otro y todos queremos ser los verdaderos autores de nuestra vida. La libertad la queremos como el aire que respiramos. La necesitamos para sentirnos satisfechos de nosotros mismos. Y, si nos la roban, sufrimos.

 3

 El “amor a la verdad” que significa que deseamos comprendernos y comprender el mundo en que vivimos. No solo queremos vivir, sino saber porque se vive y para que se vive. Este impulso hacia la verdad es también una ocasión para relacionarnos y amar a los demás. Porque la verdad es difícil y esquiva y necesita de muchas mentes dedicadas a este empeño. De ahí que nuestro deseo de comunicación con los demás sea también un deseo de compartir pensamientos y perspectivas a la búsqueda de verdades que expliquen la realidad.

 4

El “amor a la belleza” significa que anhelamos, buscamos y deseamos crear belleza. Y de ahí nuestro impulso hacia el arte que no es otra cosa que la expresión subjetiva de nuestro yo que anhela expresar su yo interior y busca con ello también el amor, el reconocimiento y la comprensión de los demás. El artista también ama al mundo introduciendo en él belleza. El arte, que duda cabe, es una forma de amar.

5

El “amor a la justicia” que significa que anhelamos este bien social y luchamos por él, lo cual es una forma más de amar a la humanidad y a los demás. Este amor explica las luchas históricas a la búsqueda de un tipo de organización política que sea bueno para todos y no solo para unos pocos.

6

El “amor al Bien” o lo que es lo mismo el “amor a Dios” significa que anhelamos el bien absoluto y que el mundo y nuestras existencias tengan un buen final. Es, por eso, que anhelamos y buscamos ese Bien con mayúsculas del que nos hablan los filósofos y las religiones. Una entidad que realmente le otorgue sentido a todo. Dios o el Principio del Bien, como sentido de todo, es un anhelo del ser humano que quiere que todo termine bien. Un Bien que concebimos, desde que el cristianismo hizo su aparición sobre la faz de la Tierra, como un Amor absoluto y personal, pues el Bien absoluto solo podría ser un Amor total y personal que explica nuestra existencia y nuestro destino. Este es un deseo universal que se concreta en que todo sea causa del amor y que, finalmente, el Amor se cumpla.

El amor a Dios, por otro lado, se realiza cuando amamos a los demás, pues no es posible amar a Dios y no amar al prójimo, precisamente porque lo que Dios más ama es a cada uno de nosotros y, por eso, “ama” que nos amemos entre nosotros.

Creo que todos estos amores pivotan todos alrededor del amor “a los demás” y el amor “de los demás”, del que ya te he hablado antes, que significa que queremos amar a los demás y ser amados. No queremos odiar. No queremos terminar solos y abandonados. Muy al contrario, anhelamos una sociedad fraternal en la que sean posibles el amor, la amistad y la caridad. Nuestros “yoes” pretenden estar llenos de “túes” con los que deseamos establecer una auténtica conexión sentimental. “Túes” o prójimos que realmente nos importen y a los que importemos. Semejantes con los que compartir nuestras vidas en un tipo de sociedad justa, libre en la que se respete la vida de todos y en la que sea posible la búsqueda de la verdad y la belleza.

También el amor a Dios pivota sobre el amor al prójimo porque ambos amores son, en realidad, un mismo amor. Amar a Dios es amar a los demás que son todos hijos de Dios y, por tanto, hermanos nuestros (de aquí surge el ideal de la fraternidad). ¿Qué mayor felicidad para un padre que sus hijos se amen y no estén enfrentados?

 El amor es el “instinto básico”

 Bueno, pues, todos estos amores son (para mí) las “pasiones” más básicas del ser humano, las que verdaderamente nos mueven. Esta es mi “sospecha”. Esto quiere decir que en el fondo todos somos unos románticos. El dinero, el placer, la fama o el poder, son, en realidad, medios que buscamos para conseguir ser amados. Esto si lo piensas detenidamente explica muchas conductas. ¡Todo lo hacemos pensando que lograremos el amor de los demás! Lo que sucede es que, con mucha frecuencia nos equivocamos, elegimos no amar y le hacemos daño a otros o a nosotros mismos, pensando que es lo mejor. En este punto soy un poco socrático: muchas veces hacemos el mal estando plenamente convencidos que lo que hacemos, aunque  sabemos que está mal, también pensamos que es bueno para nosotros. O sea, que todos buscamos una justificación buena para el mal que hacemos. Por ejemplo, el ladrón roba para vivir o alimentar a su familia. Pero la cosa es que nos  equivocamos porque lo mejor para nosotros nunca puede ser beneficiarnos a nosotros mismos perjudicando a  los demás. Este es el error del que solo se ama a sí mismo. Al final no encuentra el amor porque el “amor sui” (que diría San Agustín) le aleja del verdadero amor que es el amor de los demás. El “yo” sin un “tú” no es nada. Perdidos los demás, nos perdemos a nosotros mismos.

 El tema no está agotado.

Merece un trabajo más amplio que algún día intentaré llevar a cabo.

 ¡Cuánto trabajo tan interesante pendiente!