Panorama de la filosofía durante el siglo XVII

El siglo XVII se caracterizó por la polémica entre dos corrientes filosóficas antagónicas: el racionalismo continental y el empirismo inglés. Descartes (1596-1650), fue el fundador del racionalismo y Jhon Locke (1632-1704) del empirismo. La filosofía racionalista de Descartes dio lugar al IDEALISMO MODERNO una nueva actitud filosófica contraria al REALISMO ANTIGUO Y MEDIEVAL.
El idealismo moderno

La nueva actitud filosófica será la de dar primacía al pensamiento sobre la realidad extramental. Lo primero que podemos decir que existe es nuestro pensamiento y las ideas en él contenidas. Así lo expresó Descartes con su "pienso, luego existo". La existencia real e independiente del mundo es una cuestión que habremos de demostrar. Pero, en todo caso, la verdad acerca del mundo estará siempre mediatizada por el sujeto, que es el que piensa o percibe.
Esta actitud idealista va a ser ya la de todas las demás filosofías modernas, incluido el empirismo inglés, para el cual la única realidad admisible es la realidad percibida.
Este idealismo irá evolucionando desde un idealismo moderado, cuyo representante sería Descartes, hasta el idealismo radical de Hegel. Así, mientras Descartes cree poder probar racionalmente la existencia real fuera del pensamiento, del mundo, el yo y Dios, otros filósofos -como Spinoza (XVII) y luego Hegel (XIX)- van a identificar el pensamiento con la realidad y viceversa, allegándose a las riberas de un idealismo absoluto.

La polémica entre racionalistas y empiristas
La polémica entre racionalistas y empiristas, ambos dentro del marco del idealismo moderno, se planteó principalmente con relación al problema gnoseológico, es decir, al problema de cuáles son los límites y el alcance del conocimiento humano, y al problema epistemológico, es decir, al problema relativo a como lograr la verdad científica.
Para los racionalistas la verdad se deriva de la razón, por lo que el método válido para alcanzarla será la deducción y el modelo de ciencia a seguir las matemáticas. Los empiristas, por su lado, considerarán que la verdad proviene de la experiencia, que el método válido para acceder a ella es la inducción y el modelo de ciencia ha de ser la Física.

Ni el racionalismo negó el valor de la experiencia de modo absoluto, ni el empirismo dejó de subrayar que hay una cierta actividad mental en todo proceso cognoscitivo. Lo que sucedió es que ambos acentuaron un aspecto del problema. Los racionalistas hicieron hincapié en que de la pura experiencia no se deriva verdad alguna y que, por lo tanto, el uso de la razón es ineludible para lograr la verdad, que en ella se encuentra esta verdad, y que si no está en ella, no está en ninguna parte. Los empiristas, concibieran la mente como una hoja de papel en blanco que si no recibe experiencias no puede saber nada acerca del mundo y que su actividad se circunscribe a la tarea de establecer regularidades.

En el problema moral -el de determinar los criterios de bondad o maldad de las acciones humanas- racionalistas y empiristas también estuvieron divididos. Ambos dotaron al sujeto de la capacidad de establecer desde sí mismo estos criterios, pero sus criterios autónomos fueron diferentes.
EL racionalismo consideró que la razón humana dispone de modo innato de estos criterios de bondad o maldad que son universales y necesarios. La razón es portadora de estos criterios y su función será el control de las tendencias e inclinaciones del cuerpo, es decir, el dominio de las pasiones por la recta razón, como ya habían propuesto los estoicos.
El empirismo se situó, por el contrario, en otra perspectiva: lo bueno y lo malo no se deriva de la razón, sino de la experiencia subjetiva humana (la emoción), siendo los criterios morales algo que depende de los sentimientos mayoritarios de la sociedad que, aunque suelen ser uniformes, pueden variar con el tiempo y las circunstancias.

Primeras críticas al absolutismo político

La problemática política estuvo marcada por la polémica entre los defensores del absolutismo político y los que lo atacaron. En el siglo del Barroco (Sg.XVII) el poder de los Monarcas ya había logrado sus objetivos primordiales: la indivisibilidad e irrevocabilidad del poder político. Pero la burguesía enriquecida por el capitalismo comercial reclamó su derecho a participar en el poder político con la pretensión última de llegar a ostentarlo de forma exclusiva. Esta pugna es, en parte, la historia política de la Época Moderna. En este siglo se logró la primera quiebra del absolutismo político con la Revolución Inglesa de 1688 y fue el siglo además en el que a nivel teórico se comenzó a combatir abiertamente este absolutismo.

La defensa del absolutismo político (el poder del monarca es indivisible e irrevocable) se apoyó en la denominada "teoría del origen divino del poder" expuesta por Jacques Bossuet (1627-1704) en Francia y por Robert Filmer (1588-1653) en Inglaterra. También el absolutismo político fue defendido desde una óptica no religiosa por Thomas Hobbes, (1588-1679) quien en su obra el "Leviatán" explicó que los gobernados acuerdan conceder al gobernante un poder absoluto, pues esa es la única forma eficaz de lograr la paz social que es lo que interesa a todos.

Fue John Locke (1632-1704) quien -desde el contractualismo- se alineó decididamente entre los que postulaban la caída del absolutismo. Su obra "Dos tratados sobre el gobierno civil" es la teorización de esta posición y la defensa de un sistema político en el que el poder esté dividido y éste pueda ser revocable, si no cumple con los fines de asegurar la vida y la libertad de las personas.

(J. Locke)

Locke inauguró una concepción representativa del poder en la que el individuo ostenta una serie de derechos individuales inalienables, a la vida, a la propiedad y a la libertad, que todo poder ha de respetar, dando lugar así al liberalismo político. Este ha de ser el contenido del "contrato social" entre el individuo y el Estado, y no una carta en blanco como pretendía Hobbes. Las teorías de Locke fueron el anticipo de lo que estaba por venir y la muestra palpable de que la autonomía individual también se quería a nivel político.

Importancia de la filosofía del siglo XVII

En este siglo se formuló definitivamente el principio de la autonomía de la razón con el "cogito" cartesiano y se alumbró el idealismo. Como tal, supone un giro de 180 grados con respecto a la filosofía realista que le había precedido durante la Edad Media y la Antigüedad. El idealismo postula la primacía del sujeto que piensa y todo lo deriva de sí mismo. Ya no hay más autoridad que la razón humana para admitir verdades. Este optimismo racionalista descansa a su vez en los progresos de la ciencia y llegará a su máxima expresión en el siglo XVIII, el siglo de la Ilustración.

Igualmente el siglo XVII es importante porque en este siglo se alumbró el liberalismo político que trajo consigo la caída del absolutismo político y que tanto ha inspirado nuestras actuales democracias liberales. El liberalismo aportó la idea de la limitación del poder mediante su control por el pueblo. Así mismo, defendió la idea de la existencia de unos derechos individuales, -a la vida, a la propiedad y a la libertad- que ni siquiera un poder democrático puede vulnerar. Tales ideas aún siguen influyendo en nuestros días.