
(Este es Berkeley, un obispo anglicano, empirista e idealista)
¿Qué pasa, entonces, con un árbol al que nadie observe y no sea una idea para nadie? ¿No existe? Para Berkeley si existe porque ese árbol es percibido por Dios.
No sé, no sé, esta filosofía puede fácilmente llevarnos a la idea de que, en el fondo, la realidad sería como una descomunal película de cine o una gigantesca novela pensada, en última instancia, por Dios donde suceden cosas, simplemente, imaginadas. Creo recordar que este era el argumento de una novela de Unamuno muy curiosa en la que el protagonista de la novela quiere hablar con el autor de la novela para que no le mate. Ya puedes, fácilmente, concluir que este idealismo le quita realidad a la realidad. No parece que sea lo mismo un asesinato narrado en una novela que un asesinato real.(Unamuno lee una novela)
El idealismo absoluto de Hegel
Otro idealismo exagerado fue el de Hegel. Todo lo que sucede es que el Espíritu se está realizando y, por ello, todo lo que sucede es ideal y real al mismo tiempo. Además lo que sucede, sucede de forma necesaria hacia la autorealización del Espíritu. Nosotros no somos más que momentos de ese Espíritu.

Los peligros del idealismo
El idealismo tiene, en mi opinión, dos peligros: uno es el de quitarle realidad a la realidad y el otro es el subjetivismo. Nuestro Cervantes lo supo caricaturizar en la figura de Don Quijote que veía gigantes dónde solo había molinos.

(Aquí tienes a Don Quijote en pleno delirio idealista)
Esto pasa si perdemos el contacto con la realidad, aunque también es cierto que un realismo como el Sancho Panza, solo interesado en llenar la panza, se queda demasiado corto. Reconozco que una cierta dosis de idealismo viene bien, porque no creo que debamos conformarnos con ciertas realidades. El idealista es alguien que quiere transformar la realidad y adecuarla a sus ideas. Me parece bien pero siempre que éstas sean buenas ideas. Para que comprendas esto te voy a brindar dos imágenes bien distintas:

Este es el bosque encantado del artista vasco Agustín Ibarrola en Oma que, como se ve, está bastante bien. El artista ha proyectado sobre la naturaleza una idea que respeta la naturaleza.

Sin embargo esta otra imagen es bien distinta. Se trata de un bosque quemado, de los muchos que arden todos los veranos como consecuencia de la actuación de los pirómanos. Es fácil concluir que la idea de quemar los bosques no parece muy respetuosa con la naturaleza. Así pues, bienvenido sea todo idealismo siempre que sea respetuoso con la naturaleza de las cosas. Nos servirá para mejorar las cosas y también para moderar nuestro subjetivismo.
Adiós, que gane el mejor.