El pensamiento medieval debes enmarcarlo dentro del contexto del auge de las religiones monoteístas que sustituyeron al politeísmo griego y romano de la Antigüedad. El cristianismo llegó a ser la religión oficial del Imperio Romano y los pueblos bárbaros invasores también la adoptaron.

Las tres religiones más importantes que se pusieron en contacto con la filosofía fueron el cristianismo, el islamismo y el judaísmo. Los interlocutores filosóficos fueron Platón, Aristóteles y Plotino (también Proclo). Es decir: "platonismo", "aristotelismo" y "neoplatonismo". Las fuentes disponibles eran, no obstante, escasas. Así, de Platón se conocía el Timeo, traducido incompletamente por Calcidio (sg. III-IV). En el sg. XII, E. de Aristipo traduce el Menón y el Fedón. De Aristóteles, desde el comienzo de la Edad Media hasta los primeros años del sg. XII apenas se conoce algo. Se utilizaba su "De interpretatione" (tratado lógico) de la traducción de Victorino y Boecio. Pero no fue hasta el sg. XII y XIII, cuando los árabes tradujeron y trasladaron a Europa a través de la península Ibérica (gracias a Averroes) las obras de Física, Metafísica, Etica y Política del Stagirita, que no se conoció completamente a Aristóteles en el occidente cristiano. Más conocidas eran las obras de los neoplatónicos Plotino y Proclo ("Theología Aristótelis" y "Liber de Causis" principalmente) que dejaron una huella indeleble en el pensamiento medieval occidental, incluso árabe.
Aunque muchos aspectos de estas filosofías eran incompatibles con las religiones citadas, éstas tenían aspectos de contenido que favorecían su uso. San Agustín, en el siglo V, incorporó muchos elementos del platonismo y dió lugar a una filosofía cristiana de carácter platónico que fue predominante durante la Edad Media. Sto. Tomás hizo lo propio con Aristóteles en el siglo XIII y construyó una filosofía cristiana de carácter aristotélico que más adelante sería propuesta como modelo de pensamiento católico. Hubo autores, no obstante, que no participaron de esta actitud como el filósofo árabe Averroes que, en el siglo XII, trató de explicar a Aristóteles sin modificarlo o el monje franciscano G. de Ockham (sg. XIV) que pretendió una tajante separación entre filosofía y teología ya al final de la época medieval.
Principales corrientes y autores:

a) Desde el siglo V hasta el XII hay que destacar la enorme influencia de la filosofía de San Agustín. Un seguidor destacado de San Agustín fue San Anselmo (sg. XI) que es conocido por un argumento sobre la existencia de Dios muy controvertido, el argumento "ontológico", elaborado en su afán de ofrecer razones que avalen la fe. El argumento es el siguiente: si por Dios entendemos el ser mayor que pueda pensarse tiene que existir no sólo en nuestro pensamiento sino también en la realidad.

Otra cuestión que ocupó a la filosofía durante este tiempo fue la disputa sobre los universales, es decir, sobre la naturaleza de las ideas. Los llamados "realistas", con Guillermo de Champeaux y el propio San Anselmo a la cabeza, dijeron, siguiendo a S. Agustín, que las ideas de las cosas existían como modelos ejemplares en la mente divina. Sin embargo, los llamados "nominalistas" (Roscelino) afirmaron que los universales son únicamente signos generales, nombres, que designan cosas. No tienen realidad alguna, ni en la mente, ni en las cosas. Otra solución fue el "conceptualismo" de Pedro Abelardo que afirmaba que los universales existen sólo a título de ideas en nuestra mente. Estas dos últimas posturas cerraban el camino a una trascendencia vía teoría del conocimiento.

(Averroes)
b) En el siglo XIII se produjo la irrupción de Aristóteles en el mundo latino, lo que generó, en principio, un rechazo por parte de la Iglesia. Desde luego, postulados como la corruptibilidad del alma o la eternidad del mundo no casaban muy bien con el cristianismo. El aristotelismo, además, se estaba usando como bandera para independizar la filosofía de la teología por el llamado "averroismo latino". Sigerio de Bravante -uno de sus máximos representantes- defendía en la Universidad de París la "teoría de la doble verdad" y ponía así en jaque la unidad entre religión y filosofía, imperante hasta entonces. Según esta teoría es posible que sobre una misma cuestión haya dos verdades: una la revelada y otra la racional. La materia, por ejemplo, podría ser eterna y haber sido creada.

(Sto. Tomás)
c) En el siglo XIV destacan las figuras de dos monjes franciscanos: Duns Scotto y Guillermo de Ockham. Ambos se posicionaron críticamente frente a la filosofía tomista.

(Ockham)
Duns Scotto consideró que la filosofía debe renunciar a reflexionar sobre Dios o la inmortalidad del alma conocimientos que tenemos gracias a la revelación. También consideró que el atributo más característico de Dios es su omnipotencia y libertad.
G. de Ockham establecerá dos ámbitos diferentes e independientes de conocimiento. La revelación que versa sobre lo no empírico y la razón que se ocupa de lo empírico. Las verdades reveladas quedan fuera de la capacidad racional humana. Deben, simplemente, ser creídas. Estas verdades podrían -incluso- haber sido otros. ¿No es, acaso, Dios Omnipotente? También el mundo creado podría haber sido otro, con otras leyes distintas. La misión de la razón humana es estudiarlo tal y como está, a través de la experiencia. La ciencia es independiente de la revelación y, por ello, no puede ofrecer una demostración racional de la existencia de Dios. Los argumentos de Sto.Tomás implican un salto indebido de los efectos empíricos (el mundo) a la causa no empírica (Dios). En coherencia con estos postulados su solución a la cuestión de los universales es clara: las ideas son meros signos lingüísticos que designan realidades individuales. No debemos admitir, por tanto, conceptos que no se refieran a alguna realidad (principio de economía).
Las normas morales tampoco tienen un fundamento racional. Son las que son pero podrían ser otra si Dios lo hubiera querido. Hay que obedecerlas porque hay que confiar en Dios plenamente. Iglesia y Estado deben estar separados. El Papa no debe ostentar poder político alguno. Aunque el poder tiene su orígen último en Dios, es el pueblo quien lo recibe de Dios y lo entrega al monarca. No es necesaria ninguna autorización papal.