Los cínicos

Una primera crítica a la filosofía de Platón la encontramos en los cínicos. Antístines (V a.C.), que también había sido discípulo de Sócrates, fue el fundador de esta escuela. Su principal discípulo, Diógenes (IV a.C.), es famoso por deambular por Atenas con un farol encendido, a plena luz del día. Cuando le preguntaban qué demonios hacía con su farol, él contestaba que estaba buscando al “hombre”, o sea, a la idea de hombre. De esta manera tan original se mofaba de la teoría de las ideas de Platón. .


(Diógenes con su farol)

También cuentan que en una ocasión Diógenes desplumó un gallo y lo paseó por Atenas para criticar las definiciones que se hacían en la Academia de Platón. Al parecer, cierto día, el resultado de las pesquisas filosóficas de la Academia había dado como resultado la definición del ser humano como un bípedo implume.

-¡He aquí el hombre de Platón! -gritaba Diógenes, mientras sostenía agarrado del cuello al gallo desplumado.

El término cínico proviene del término griego kynos, que significa “perro”. Así se les llamó porque Diógenes enseñaba en el Kynosarges, un gimnasio dedicado a este animal. Pero el nombre también se utilizó como un insulto a estos filósofos por el modo de vida perruna que llevaban, es decir, por vivir sin dar ni golpe de la caridad ajena. Los cínicos se lo tomaron a bien, pues comprendieron que, efectivamente, el modelo de vida perruna les caracterizaba perfectamente. Como los perros, los cínicos vagaban de un lado para otro, sin apenas ropa, ni casa, ni otras posesiones.



(Aquí tienes a Diógenes en su chalet preparando el farol para salir a buscar al "hombre")

Los cínicos llevaron hasta sus ultimas consecuencias la idea de austeridad socrática y rompieron con todos los convencionalismos de su época. Diógenes vivía en un tonel, vestía una simple túnica, y llevaba un cayado y un pocillo. Cuentan que Diógenes vio en una ocasión a un niño beber con las manos juntas en una fuente y, entonces, se deshizo del pocillo. ¡Fuera con todo lo superfluo! Éste era uno de sus lemas.



(Otra representación de Diógenes, supongo que con el atuendo de verano)


Otro lema era: ¡Fuera con las fronteras! En una ocasión los ciudadanos de Sinope cansados de sus boutades lo expulsaron. Entonces Diógenes dijo a los sinopeses:

– Vosotros me condenáis a irme de vuestra ciudad y yo os condeno a quedaros en ella.

Realmente ingenioso, este Diógenes.

Otra cosa que hacía Diógenes, de vez en cuando, era ponerse a la salida del teatro y cuando todos salían, él -a codazo limpio- trataba de entrar. A los que le preguntaban por lo que hacía, él les contestaba:

-Me ejercito en llevar la contraria.

Otra anécdota célebre es lo que le dijo a Alejandro Magno cuando éste se acercó a verle. Alejandro dijo: -Pídeme lo que quieras, Diógenes, y te lo concederé.


Y Diógenes contestó:

-Si no te importa quiero que te apartes y no me quites el sol.


(Alejandro y Diógenes)

En fin, todo un caso.

Mi comentario

Los cínicos me resultan unos tipos muy simpáticos y su idea de la austeridad –sin exagerar- me parece una idea muy interesante para nuestros días. También su desdén por las fronteras y ciertos convencionalismos (como la esclavitud) me parecen ideas brillantes para su época.

Lo que no veo viable es su modo de vida. O dicho con más precisión: su modo de vida no es viable para la generalidad de los ciudadanos, aunque sí lo pueda ser para unos pocos. Me explico: si todos nos dedicáramos a deambular por las calles con la pretensión de vivir de la caridad y abundancia ajenas, todos nos moriríamos de hambre. Si nadie da ni golpe, ¿qué íbamos a comer?

El cínico vive libre y sin ataduras porque otros viven sujetos y con responsabilidades. Por eso, el término cínico ha terminado por significar algo así como “caradura” o "hipócrita". ¡Yo a vivir del cuento, pero los demás a currar de lo lindo!

Esto, desde luego, no significa que muchos de sus mensajes no sean interesantes siempre que no los radicalicemos. Veámos algunos:


¡Más vida natural!

Desde luego, pero sin olvidarse de que también es imprescindible un mundo artificial (o sea civilización), porque los seres humanos no vivimos del aire, y en la naturaleza, tal y como está, moriríamos.

¡Más austeridad!


Desde luego, pero sin despreciar los bienes. A mi, la verdad, no me parece mal tener cosas siempre que las usemos con un buen fin y las aprovechemos todo lo que den de sí. Por ejemplo cómo despreciar bienes como un buen equipo de música para disfrutar de la música o un buen ordenador para poder escribir o conectarse a internet. Mientras tener cosas no lo convirtamos en un fin en si mismo y usemos de los bienes para realizarnos como personas, no creo que deban despreciarse los bienes materiales y las comodidades.


¡Más libertad!

Desde luego, pero siempre que no perjudiquemos a los demás o a nosotros mismos.


¡Muerte a los convencionalismos absurdos!

Desde luego, pero no a todos los convencionalismos, pues las normas sociales me parecen imprescindibles para que podamos convivir en libertad. La anarquía es una palabra muy bonita que esconde una trampa porque a lo que conduce, no es a una mayor libertad, sino a que los más fuertes se impongan a los débiles y eso, la verdad, no me parece humano.

Y una última cuestión: los cínicos consideraban que la familia era un convencionalismo absurdo y eso no creo que sea cierto. Tener una familia me parece de lo más natural y saludable.Solo hay que ver lo mal que lo pasan los niños que no tienen familia. Conozco algunos casos y, la verdad, no le deseo a nadie que viva sin un padre y una madre que le quieran.

También se posicionaron contra el matrimonio y defendieron el amor libre, o sea, nada de ataduras y a practicar sexo con quien caiga, como los perros. No creo que seamos perros, ni que nuestro modelo de vida tengamos que buscarlo en la vida animal. Por el contrario, me parece que la sexualidad humana es más compleja. Si se la desvincula del amor (con todo lo que implica) me parece que se la empobrece. Dicho lo cual, que cada cual viva la sexualidad que quiera, pero que luego no se queje si no encuentra en ella el amor.

Para terminar te diré que les reconozco a los cínicos una gran virtud: fueron unos magníficos publicistas. Difundieron sus ideas sin soltar rollos, o sea, las llevaron a la práctica con acciones que todos podían ver.