
Este autor del siglo XIX, converso al catolicismo desde el anglicanismo, formado en el empirismo británico, pretende demostrar que la creencia religiosa no es la expresión de una actitud irracional ni tampoco una hipótesis puramente arbitraria. Según Newman la fe tiene un fundamento racional suficiente.
Lo racional debe tener base en la experiencia
El papel de la razón es ir más allá de los objetos que conocemos por la percepción sensible o la introspección. Pero la razón debe partir de la experiencia. En el caso de Dios, como ser inmaterial externo, es cierto que no puede ser conocido directamente, pero su existencia puede ser inferida con base en la experiencia.
Con esta afirmación Newman trata de superar el positivismo cientificista dominante en la filosofía anglosajona. Cierto que hay que partir de la experiencia pero: ¿por qué se rechazan ciertas experiencias? ¿Por qué no se aceptan las experiencias de nuestra conciencia o las experiencias de los místicos, o los testimonios de muchas personas que han presenciado hechos insólitos como milagros que abren nuestra mente a la existencia de Dios?
Newman desarrolló toda una teoría sobre el valor de la experiencia humana a la hora de producir certezas. Consideró que el ideario positivista restringía –sin razón- el campo de las experiencias humanas. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si viéramos que alguien que ha muerto se encuentra vivo a los pocos días? ¿A qué daríamos crédito: a la ley general de la ciencia que nos enseña que nadie que muere puede resucitar o a nuestra experiencia particular? Para Newman, la respuesta es obvia: tendríamos que admitir el hecho insólito de la resurrección a pesar de nuestra experiencia común. Y hacerlo, sería por completo una actitud plenamente racional producto de una experiencia. Sin embargo, el positivismo niega cualquier validez a estas experiencias particulares. Esto representa una obvia limitación del positivismo que establece un prerrequisito contradictorio con sus propios postulados. Por eso la creencia en los hechos que se relatan en los Evangelios (hechos insólitos y únicos) resulta racional en un sentido incluso científico: son pruebas indirectas de unas experiencias directas. O dicho en otros términos: quien le da credibilidad a los Evangelios está justificado como está justificado cualquiera que apoye sus convicciones en pruebas empíricas indirectas.
No es posible demostrar a Dios deductivamente
Para Newman es cierto que no podemos demostrar la existencia de Dios deductivamente, pues la deducción parte de un supuesto inicial que no demuestra. Su verdad depende de la verdad de las premisas y éstas se suponen verdaderas. Pero que deductivamente la razón no pueda llegar a demostrar que Dios existe no significa que la creencia en Dios sea irrazonable. ¿Es irrazonable creer en el principio de causalidad aunque no haya evidencia empírica alguna de la relación entre causa y efecto? El propio Hume nos dice que no. Nuestra naturaleza nos inclina a creer y actuar conforme a dicho principio y ello es perfectamente racional. Lo irracional sería ser un escéptico práctico en este punto.
La vía experiencial de la conciencia hacia Dios
Pero, ¿en qué experiencias podemos basar nuestra creencia en Dios para considerar su existencia una hipótesis racional? Para Newman hay una vía "experiencial" para llegar a Dios.
Según Newmann la conciencia humana tiene un "pre-sentimiento" de la existencia divina. Este presentimiento no es exclusivo de ciertos individuos, sino de todos (sean o no creyentes). Este presentimiento manifiesta la existencia de un Dios trascendente. El asentimiento a este presentimiento no es un asentimiento "nocional" (el que da nuestra razón a conceptos), sino "real" (el que presta nuestra razón a realidades).
La conciencia humana es un factor de la naturaleza humana (gracias a ella realizamos diversos actos mentales como recordar, imaginar, razonar, apreciar lo bello) en la que también reside el sentido del deber que nos remite vagamente hacia una autoridad que está fuera de ella. Un vívido sentido del deber nos conduce a pensar en algo que está más allá del yo humano. La conciencia produce además "reverencia y respeto, esperanza y temor, especialmente temor, un sentimiento que en gran parte es ajeno no sólo al gusto sino incluso al sentido moral..."
Estas afecciones pueden ser probablemente de un Ser personal, justo, santo, poderoso, omnisciente, retributivo, pues las afecciones de este tipo deben tener un origen personal. (Los objetos materiales no nos afectan de este modo).
La conciencia ordena, elogia, culpa, promete, amenaza, insinúa un futuro y testimonia lo invisible. Es algo más que el propio hombre. El hombre no tiene poder sobre ella, o sólo con extrema dificultad. Él no la hizo, no puede destruirla. Puede acallarla en casos o direcciones particulares, puede falsear sus enunciados, pero no puede, o si puede es completamente una excepción, no puede emanciparse de ella. Puede desobedecerla, puede negarse a usarla, pero permanece…
Esto es para Newman la conciencia. "Y, por la naturaleza del asunto, su misma existencia conduce nuestras mentes hacia un Ser exterior a nosotros mismos (pues, si no, ¿de dónde vendría?), y hacia un Ser superior a nosotros mismos (si no, ¿de dónde su perentoriedad extraña y molesta?)… su misma existencia nos lanza fuera de nosotros mismos, y más allá de nosotros mismos, para ir a buscarle a Él, cuya Voz es la conciencia, en las alturas y en las profundidades… así esta Palabra dentro de nosotros no sólo nos instruye hasta cierto punto, sino que necesariamente levanta nuestras mentes hacia la idea de un Maestro, un Maestro invisible…”
De modo que la conciencia que todos tenemos permite remitirnos a un Ser superior a nuestro propio yo, un Ser en el que apreciamos una excelencia y una autoridad moral sobre nosotros. Este argumento hace razonable la existencia de Dios. No es una demostración deductiva, sino experiencial:
“Si mirase un espejo y no viera mi cara, tendría el tipo de sensación que se produce de hecho en mí cuando miro este mundo que vive ocupado y no veo el reflejo de su Creador…Si no fuera por esta voz que habla tan claramente en mi conciencia y en mi corazón, yo sería un ateo, o un panteísta, o un politeísta al contemplar el mundo”.
La vía inductiva hacia Dios
Pero este argumento, que retoma la vía interior, ya explorada por otros filósofos, también puede ser formulado de forma inductiva si tenemos en cuenta los diversos momentos particulares en los que somos conscientes de este imperativo interno que abre nuestro entendimiento al pensamiento de Dios. Este argumento inductivo, que Newman no rechaza, nos conduciría a un asentimiento "nocional" más débil sobre Dios (con menos posibilidades de convencer al no creyente) que el asentimiento "real" de nuestra conciencia por el "presentimiento" de Dios.En apoyo de este argumento racional de tipo inductivo hay además un número suficiente de "probabilidades convergentes" además de las sugerencias de la conciencia: la religión natural, el orden del universo, los hechos de la historia, los milagros, el cumplimiento de los vaticinios, pruebas sobre la historicidad de los evangelios, los testimonios de los místicos, etc. Cada uno de estos argumentos y datos juntos alcanza un valor racional bastante respetable. Y aunque Newman concede a la vía interior un mayor peso a la hora de producir la certeza del creyente, la argumentación inductiva no debe minusvalorarse. Se trata, ni más ni menos, que de la argumentación que usa la ciencia, que si bien nos conduce a una conclusión probable, le otorga a la creencia en Dios un alto grado de racionalidad, equiparable a la racionalidad de las conclusiones probables de la ciencia.
Mi comentario
Me parece que el palo que le da Newman al positivismo como criterio de racionalidad es considerable. Además le da donde más le duele porque Newman no niega el positivismo. Lo que Newman hace, para entendernos, es decir aquello que gritaba Groucho Marx en una divertidísima película. El grito era: "¡más madera!" Pues bien Newman lo que grita es: ¡más positivismo! Admitamos todas las experiencias y llegaremos a Dios.
También es interesante su idea de que la existencia de Dios es algo probable. Esta probabilidad es la que justifica que la creencia en Dios sea algo razonable.
Y, por último, su argumento de la conciencia como el lugar donde mejor podemos encontrar a Dios, me parece muy interesante. Es un argumento que también he leído en otros autores como el psiquiatra V. Frankl. La conciencia, lejos de ser un producto cultural, es la sede de la voz de Dios que nos habla. Podemos no querer escuchar esa voz (reprimirla), pero la voz está ahí.
Si es verdad o no esto es algo que tendrás que decidir tú mismo. O sea, quiero decir que si alguien niega esto y sostiene que la conciencia del bien y del mal es algo aprendido (cultural), solo puedo decirle dos cosas:
1ª. Puede que algunas cuestines morales no fundamentales sean culturales, pero hay otras cuestiones morales fundamentales que parecen universales.
2ª. Al final la prueba definitiva la tenemos cada uno de nosotros en nuestro interior. El jóven Raskolnikov en "Crimen y Castigo" quiso demostrarse a sí mismo que no pasaba nada si mataba a alguien, que eso de la conciencia era una tontería, y que el sujeto es dueño absoluto de su conciencia. Raskolnikov no pudo acallar nunca esa voz.

(Éste, como es fácil imaginar, es Raskolnikov con el hacha ensangrentado después de haber matado a sus víctimas. El tipo parece abrumado por el peso de su conciencia. No es para menos.)
Así que creo que esta no es una cuestión para discutirla demasiado. Cada uno sabe en su interior (diga lo que diga o escriba lo que escriba) si puede acallar o cambiar esa voz de la conciencia a su gusto. A mi parece que es imposible. Pero es mi opinión.
¿A ti que te parece?