El cristianismo (I)

¿Es verdad lo de ese nazareno?


El cristianismo no es una filosofía, sino una religión, pero su impacto en la filosofía ha sido enorme. Surge en el seno del judaísmo con la predicación de Jesús de Nazaret que se presenta ante el pueblo hebreo con una nueva doctrina renovadora de la religión judía, cuyo mandamiento principal será: el amor a Dios y el amor al prójimo.

Además, Jesús de Nazaret manifestó ser el Mesías anunciado en la Biblia al pueblo hebreo, Hijo de Dios y Dios él mismo, que había venido al mundo para redimirlo de sus pecados, predicando un futuro de salvación espiritual (no político), con la instauración al final de los tiempos del Reino de Dios y la resurrección de la carne en una vida perdurable y feliz. Esta doctrina le llevó al enfrentamiento con los dirigentes judíos que lograron su muerte en el siglo I, siendo Judea una provincia dominada por el Imperio Romano.

El cristianismo, tras la muerte de Jesús de Nazaret en la cruz, se difundió por todo el Imperio Romano gracias a la predicación de los doce apóstoles y otros seguidores. Estos personajes afirmaron haber sido protagonistas de unos hechos insólitos: su maestro realizaba milagros, fue muerto en una cruz y fue visto, por ellos mismos y otros testigos, resucitado al tercer día.




(La película de Gibson no está nada mal para que te hagas una idea de lo que estamos hablando. Creas o no creas comprenderás por qué la historia -y también la filosofía- cambió a partir de estos sucesos y cuál es la fe de millones de personas)


Toda la verdad del cristianismo se apoya en el insólito hecho de la muerte y la resurrección, al tercer día, de Jesús de Nazaret. Sobre dicho suceso existen relatos muy detallados en los evangelios (escritos durante el siglo I), en los que se narran apariciones diversas de Jesús a sus discípulos, a su madre y a otras mujeres. Los testigos de estos hechos son numerosos y es en su testimonio en el que está basada la fe de millones de personas desde el siglo I a nuestros días.

¿Es verdad que Jesús de Nazaret murió y resucitó?

La respuesta a esta pregunta es fundamental porque todas las promesas de Jesús de Nazaret, como la resurrección de los cuerpos al final de los tiempos, la propia existencia de un Dios, nuestra inmortalidad, el concepto de esta vida como un tránsito a otra vida mejor (si somos capaces de ganárnosla) y la moral del amor al prójimo (por citar algunas de las afirmaciones básicas del cristianismo) están en juego.

Como la verdad de la resurrección de Jesús de Nazaret depende de que sea verdad lo que contaron los testigos presenciales de tales hechos, la pregunta podemos formularla de otra manera:

¿Hemos de creer a los que afirman que vieron morir y resucitar a Jesús de Nazaret?

Responder afirmativamente a esta pregunta no es fácil porque lo que se nos pide es creer en unos hechos insólitos y, al mismo tiempo, lejanos en el tiempo. Pero el que los hechos sean insólitos y vayan contra la experiencia común de que los muertos no resucitan, esto no dice nada sobre si fueron verdad o no. ¿No es insólito también que exista el Universo? ¿No es increíble que existamos nosotros mismos? ¿No son increíbles tantos hechos que suceden, incluso en nuestros días, como curaciones repentinas? En mi opinión una mente abierta no debe descartar lo insólito o inusual por ser insólito, sino solamente por ser falso.

Por eso, la cuestión, a mi modo de ver, se reduce a saber una cosa:



¿Nos están engañando los que dicen que fueron testigos de estos hechos?
Si nos engañan, entonces los hechos son falsos (inventados), pero si no nos engañan es que son ciertos. De modo que si averiguáramos que tales hechos fueron inventados resolveríamos el problema. Sabríamos que no son verdad. Pero si no descubrimos ningún engaño, podemos resolvernos a creer que los hechos sucedieron. Y cuando llegó a este punto en mis cavilaciones siempre me hago la misma reflexión: debe tratarse de una patraña muy bien orquestada porque no disponemos de datos históricos fehacientes que demuestren que alguien estaba mintiendo. Y esto no me cuadra. Quiero decir que las patrañas bien orquestadas son muy difíciles, por no decir imposibles, de mantener.

¿Cómo es posible que no conste que ninguno de los que estaban en el ajo se haya ido de la lengua?
Me parece increíble que no tengamos ningún testimonio de alguno de los protagonistas reconociendo la organización de semejante mentira. Y lo que más me sorprende es que estos seguidores y “difusores de la gran patraña” hayan padecido toda suerte de persecuciones y hasta hayan muerto por defender una mentira.

Veamos el asunto desde otro punto de vista: supónte que tú hubieras vivido en esa época y hubieras presenciado la muerte de Jesús de Nazaret y que luego, a los tres días, lo hubieras visto vivo.
¿Qué habrías hecho?
Me temo que muy posiblemente lo que hicieron sus apóstoles: creer en las promesas de Jesús, decirlo a lo cuatro vientos y no negarlo bajo ningún concepto.

Incluso podemos verlo desde otro punto de vista: Supongamos que hubieras sido un seguidor de Jesús de Nazaret y lo hubieras visto morir, pero no lo hubieras visto resucitar.
¿Qué habrías hecho?

¿Reunirte con los demás seguidores y organizar una monumental mentira y luego, dejarlo todo, y lanzarte a recorrer el mundo entero a propagar esa mentira? ¿Arriesgarte a padecer, jugártelo todo, e incluso morir, por una mentira?
Creo que no, que esta reacción no resulta creíble.

O sea, y ya concluyo, la reacción de los discípulos de Nazaret concuerda mejor con la idea de que vieron morir a Jesús de Nazaret y luego lo vieron vivito y coleando. Al menos a mí así me lo parece. Son cavilaciones, desde luego, pero me parece que tienen cierto peso y que aquel que cree en la verdad del cristianismo está justificado racionalmente, porque cree en la verdad de los testimonios de unos testigos, que resulta increíble que estuvieran mintiendo de forma tan persistente y perjudicial para ellos.



(Sobre los testigos de la resurrección ahí te va una imagen de los dos discípulos de Emaús. No fueron los únicos. Vamos a contar: Maria Magdalena y otra María, María su madre, los doce apóstoles, los dos de Emaús y una aparición a unas 500 personas de la que nos habla San Pablo, en total cuento 517. Seguro que me falta alguno. En fin, que no fueron cuatro gatos)



Aquí lo dejo por hoy. Pero antes de terminar me gustaría hacer dos reflexiones:

1ª.- Las pruebas sobre la muerte y resurrección de Jesús el Nazareno son de tal naturaleza que no pueden por sí mismas imponer la fe. Quiero decir que no son abrumadoras (las apariciones son presenciadas por un número limitado de testigos), pero tampoco hay evidencia alguna que las contradiga. Esta sitación me parece que está bien porque deja libertad para creer o no y debe conducir al respeto de la elección que cada cual haga.

2ª.-No me parece que los que creen en la verdad del cristianismo crean porque les gustaría que fuera cierto. Yo al menos no me imagino que se pueda ser tan ingenuo. Más bien me parece que los que creen lo hacen, entre otras razones, porque le dan crédito al testimonio de unas personas que cuentan lo que vivieron y están abiertos intelectualmente a esa novedad histórica fundamental.

Por eso creo que la pregunta que hay que hacerse para entender la fe de muchos millones de personas en Jesús de Nazaret y su resurección es:

¿Y si fuera cierto?

Aquí te dejo cavilando, que es de lo que se trata.