Fue Galileo, en el siglo XVI, quien consiguió sistematizar los pasos que hay que dar para hacer ciencia.



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Los prejuicios
La metáfora no está nada mal. Como tampoco está nada mal el análisis que hizo este Sir inglés sobre los prejuicios que pueden impedirnos alcanzar la verdad científica. Él los llamó "idola", o sea idolos (dioses falsos) a los que podemos adorar y alejarnos así de la verdad.
Los idola o prejuicios que pueden apartarnos de la verdad son cuatro:
1ºLos idolos de la tribu, o lo que es lo mismo los prejuicios que tenemos porque pensamos lo que piensa la tribu. Todos lo piensan, pues nosotros también. Este es un prejuicio muy habitual que daría para hablar y hablar sin parar. Para mí este prejuicio es una mezcla de falta de personalidad intelectual, cierta pereza intelectual y algo de cobardía vital.
Me explico: lo más cómodo es estar siempre al sol que más calienta, pensar lo que piensa la mayoría, seguir la moda intelectual del momento. Pero, que duda cabe, que pensar lo que piensa la mayoría no es sinónimo de estar en la verdad.
En el siglo XVI la mayoría pensaba que la tierra estaba quieta y era el centro del Universo. Muy pocos se atrevieron a desafiar esa opinión. Solo Galileo lo hizo y ya conoces los problemas que le ocasionó no pensar conforme a la mayoría. Otros ejemplos más cercanos los tienes en la aceptación social de las ideas que dieron lugar a regímenes políticos como el nazismo o el comunismo. Lo más fácil en la Alemania nazi era ser nazi y en la URSS comunista. Por eso: ¡qué conveniente resulta tener personalidad intelectual y no aceptar las ideas de la mayoría sin más!
La verdad es una relación de lo que decimos con los hechos, no una relación de lo que decimos con el número de personas que lo dicen.
Para encontrar la verdad hace falta, además, cierta valentía, porque sostener ideas contrarias a la moda puede ocasionarnos muchos problemas. Los ejemplos de Sócrates y de Jesucristo son bien ilustrativos. Por eso a mí, ¿qué quieres que te diga?, no me merecen mucha confianza esos que siempre han estado con la corriente, no sé, esos que, por ejemplo, eran franquistas con Franco y ahora son lo más progre que te puedas echar a la cara... no sé, no sé...
2º-Los idolos del teatro o sea de la autoridad que consiste en creer que algo es verdadero sencillamente porque lo ha dicho alguien importante. Es claro que la verdad nada tiene que ver con quien dice o habla. Esto no significa, claro está, que no vayamos a tener en cuenta la autoridad intelectual que, en una materia de su especialidad, tenga alguien. Pero la prueba definitiva en ciencia, no es que lo haya dicho Einstein. La prueba es que lo que dice Einstein se cumple.
3º.- Los idolos de la caverna o sea los prejuicios derivados de la educación recibida. Todos los hombres -dice Bacon- habitamos una caverna propia, un mundo de ideas y convicciones recibidas durante nuestra vida que bien podrían estar equivocadas.
4.-Los idolos del foro que son aquellas falsas ideas que se derivan de un mal uso del lenguaje, ideas que aceptamos como consecuencia de un razonamiento erróneo, ya sea porque es incoherente o porque alguna de sus premisas o su conclusión son falsas. A estos razonamientos los llamamos sofismas: parecen verdaderos, pero no lo son.
Por ejemplo: muchos anuncios de televisión son monumentales sofismas. Su forma es impecable, pero su tesis de fondo es, con mucha frecuencia, falsa. En estos anuncios se dice: si compras un determinado producto obtendrás, no sólo el producto, sino también un valor añadido al producto que todos deseamos mucho. Si te compras, por ejemplo, un coche serás más libre, o ligarás más, o serás la envidia del barrio, etc.
Falso total.
Además de la coherencia lógica es necesaria la verdad de lo que se dice para admitir cualquier razonamiento.
Si pierdes esto de vista te engañarán una y otra vez.
Por eso, para admitir cualquier planteamiento, siempre hay que hacerse dos preguntas:
1ª. ¿Es coherente?
2ª. ¿Se corresponde con los hechos?
Si la respuesta es en los dos casos sí, entonces podemos admitirlo.
Bueno se acabó por hoy. Ya sabes: para ser un hombre de ciencia auténtico debes examinar tus ideas y ver si no son consecuencia de algún prejuicio. Pero no olvides que la ciencia es un conocimiento limitado a los hechos observables y que sería un craso error reducir toda la verdad a las verdades de la ciencia. De los límites de la ciencia te hablaré otro día.