
Plan de la filosofía platónica
La filosofía platónica puedes entenderla como una reacción frente al escepticismo y el relativismo de los sofistas. Para Platón, sí es posible alcanzar la verdad y saber qué está bien y qué está mal, así como establecer en qué consiste la Justicia en la Polis. Ambas cuestiones están íntimamente relacionadas, pues no lograremos un hombre bueno en una sociedad injusta. Para Platón saber qué es lo bueno para el ser humano (p. ético) y para la sociedad humana (p. político) depende de saber la verdad acerca de la realidad en su conjunto (p. metafísico y p. cosmológico) y de esa realidad concreta que es ser humano (p. antropológico) y, claro está, de estar también seguros de haber alcanzado esas verdades (p. gnoseológico), pues sólo será bueno para el ser humano aquello que se adecue a esta naturaleza.
(Este es un geranio que tengo en la terraza de mi casa. Sé que es una planta de exterior que necesita agua abundante y mucho sol. Gracias a que conozco su naturaleza, sé lo que le conviene. No me negarás que el geranio está expléndido.)
El problema metafísico y cosmológico

(Un artesano feliz en su taller en pleno acto creativo)
De modo que el mundo que vemos es el reflejo en la materia de un mundo ideal dónde están los modelos ejemplares (o ideas) de todas las cosas. Esto significa que el orden del cosmos es el resultado de un orden previo existente en el mundo de las ideas dónde están los "proyectos ideales" de todas las realidades sensibles. Esto quiere decir que la verdad de nuestro mundo está en el mundo de las ideas, del mismo modo que la verdad de un televisor está en el diseño o proyecto de ese televisor. Si el televisor deja de parecerse al proyecto original, o sea, si una sola conexión deja de estar en el televisor como estaba proyectada el televisor deja de funcionar y se aleja de su verdad. Pues lo mismo sucede con las cosas que vemos en este mundo: si dejan de parecerse a sus modelos ideales, dejan de ser lo que eran y se alejan de su verdad.
El problema antropológico
Saber qué es de verdad un ser humano es descubrir el modelo ideal de ser humano o idea del ser humano existente en el Mundo de las Ideas. Para Platón el ser humano, cuya originalidad con respecto a los demás seres de este mundo sensible está en su capacidad de conocimiento, es una realidad dual, es decir, un alma racional inmortal (que explica su capacidad de conocimiento), alojada en un cuerpo material, corruptible y mortal. Esta unión es, de algún modo, antinatural, porque el alma es algo espiritual (pues es capaz de conocer ideas) y el cuerpo es algo material. Y es esta diferente naturaleza del alma y el cuerpo la que explica que en el ser humano se libre una guerra abierta entre su naturaleza espiritual y su naturaleza corporal. Tan sólo el dominio de la razón sobre las tendencias irascible y concupiscible del cuerpo nos lograrán la armonía y con ella la justicia.

(Esta es la imagen del ser humano que nos ofrece Platón: un carro tirado por dos briosos corcéles-alma concupiscible e irascible- que el auriga o alma racional debe dominar)
Pero además, esta unión entre el alma y el cuerpo es temporal, porque el cuerpo es mortal, pero el alma no, el alma es inmortal. Esta idea la toma Platón de Pitágoras que, a su vez, la tomó del orfismo, una religión oriental. Pero Platón no admite la idea de la inmortalidad del alma como una creencia religiosa sino que trata de razonarla. Su argumento principal es el siguiente: si somos capaces de conocer ideas (que no son realidades físicas, como las morcillas o los chorizos, sino realidades espirituales), es que disponemos de un alma espiritual y, como quiera que lo espiritual es inmortal (la idea de algo nunca muere), nuestra alma será también inmortal.
En cuanto al destino del alma Platón pensó que el alma anhela volver al Mundo de las Ideas que es su patria natural. ¿Por qué? Porque allí el alma está en contacto directo con los modelos perfectos de todo y, por tanto, delante de la verdad, el bien y la belleza absoluta. Y, huelga decir, que allí el alma es completamente feliz contemplando tanta belleza. Pero el alma solo alcanzará este destino si aspira a él en este mundo y trata de realizar el bien, que, en el caso concreto del ser humano, consiste en el dominio del alma racional sobre las tendencias del cuerpo. Platón pensó también que parece lógico pensar que las almas tendrán un juicio -como algunos mitos enseñan- y que, en ese juicio, se decidirá su destino: el Mundo de las Ideas o la reencarnación en algún animal inferior.
El problema gnoseológico
Para Platón la verdad puede ser alcanzada, pues el ser humano ha conocido las Ideas en el Mundo de las Ideas, antes de su encarnación en un cuerpo mortal. ¿Cómo lo sabe? Para Platón ésta es la única explicación que tiene el hecho -para él indudable- de que disponemos de ideas innatas. Una de las pruebas se relata en un diálogo en el que un esclavo es capaz de resolver un problema matemático. El hecho de que un esclavo -que como es sabido no recibía ninguna educación matemática- sea capaz de resolver un problema matemático, le hace pensar a Platón que el esclavo tiene alma y que, si nadie le ha enseñado matemáticas en este mundo, el alma del esclavo ha adquirido esos conocimiemtos cuando preexistía en el Mundo de las Ideas, porque de la nada no puede provenir el ser (Parménides, otra vez).
Esto quiere decir que todos estamos en posesión de la misma verdad porque todos la hemos contemplado cuando nuestras almas preexistían en el mundo de las Ideas. Las diferentes opiniones se deben al olvido de esa verdad al alojarse nuestra alma en el cuerpo. Por eso, para Platón, la verdad es única y común para todos y su desvelamiento consiste simplemente en el recuerdo (Teoría de la reminiscencia). Pero este recuerdo de la verdad sólo es posible mediante el ejercicio de la actividad racional, lo cual requiere el control de las pasiones y deseos del cuerpo y toda una vida dedicada al estudio y la contemplación de las Ideas. Por eso, sólo los filósofos, en la medida en que realizan dicho esfuerzo, conocen la verdad y, con ella. lo que es bueno y conveniente para el ser humano y para la polis.

(Representación del famoso mito de la caverna. Ésta es nuestra situación,según Platón: vivimos prisioneros en el fondo de una caverna y solo vemos las sombras de la verdadera realidad, que no es el mundo que habitamos, sino ese mundo de Ideas al que nuestra alma aspira a regresar.)
El problema ético y político
Establecidas estas premisas, para Platón el problema ético (cómo actuar para lograr el Bien) y el problema político (quién y cómo debe gobernar para alcanzar la Justicia), se solucionan fácilmente:
A. El bien individual del hombre estará en la armonía o equilibrio de las tendencias racional, irascible y concupiscible del alma. Solo si la razón gobierna y controla las ambiciones y apetitos del ser humano se logrará un hombre bueno, listo para contemplar las Ideas (o sea la Verdad, el Bien y la Belleza) y ser feliz.
B. En cuanto al bien de la Polis sólo los filósofos están llamados a dirigir la polis con justicia, pues son los únicos conocedores de la idea de Justicia. Por eso dice Platón en tono apocalíptico:
"Las desgracias humanas no tendrán fin hasta que los filósofos de verdad ocupen los cargos públicos o hasta que, por una gracia divina, los hombres de Estado no se conviertan en auténticos filósofos".
¿En qué consiste esa justicia que los filósofos deben implantar? Pues sencillamente en la armonía de las clases sociales, para la que es imprescindible la armonía individual (el dominio del cuerpo por la razón) y que cada cual cumpla su función en la sociedad.
La Polis ideal es, para Platón, como un organismo en el que todas las partes (órganos) deben de cumplir su función propia. Esto quiere decir que el bien del colectivo debe estar por encima del interés de cada individuo y cada cual debe realizar la función que le es natural: los trabajadores producir para la satisfacción de las necesidades de la polis, las suyas y las de los gobernantes, los guardianes vigilar, defender la polis y ejecutar las órdenes de los gobernantes y los filósofos-gobernantes dirigir con prudencia la polis. Todos, lógicamente, deben ser templados para desarrollar adecuadamente su función social.
De modo que el mal está, para Platón, en el desorden, tanto de las pasiones del cuerpo (cuando se imponen a la razón imposibilitando el cumplimiento de los deberes sociales), como en el desorden social (cuando los que dirigen la polis no buscan el bien de todos sino su enriquecimiento o la satisfacción de sus pasiones). Tal sucede en regímenes como la timocracia, en el que gobiernan unos pocos a la búsqueda de la fama y el honor, o en la oligarquía, en el que gobiernan unos pocos para enriquecerse, o en la democracia, en el que todos son iguales y cada cual hace lo que quiere, o en la tiranía, el peor de todos, en el que gobierna uno para satisfacer sus propias pasiones.
Terminé.