La filosofía de Marx y Engels se cultivó durante durante la primera mitad del siglo XX en los países que adoptaron el comunismo (La URSS y China) pero también su influencia se extendió a los países no comunistas haciéndose presente en numerosos autores de tendencias diversas. Suele distinguirse entre un "marxismo ortodoxo" que sería el definido por Lenin (1870-1924) y Stalin (1879-1953) (y en menor medida por Trosky) en la URSS y un marxismo "no ortodoxo" o "revisionista" que sería el representado por autores como Georg Luckacs(1885-1971) o Antonio Gramsci (1891-1937) en Europa. También habría que hablar de un marxismo chino cuya figura principal fue Mao Tse Tüng (1885-1971).

(Lenin y Stalin)
Los marxistas ortodoxos, como Lenin y Stalin, justificaron la violencia para alcanzar y mantener el poder del pueblo y consideraron que el Estado Comunista, y el papel dirigente del Partido comunista, eran imprescindibles para asegurar de un modo permanente la revolución socialista.

(Trosky)
Otros, como Leon Trosky (1879-1940), se opusieron al estalinismo al que consideraron una dictadura sobre el proletariado y no la dictadura del proletariado. Algunos, menos conocidos y represaliados, como Pasukanis, recordaron que Marx había predicho la disolución del Estado una vez que el proletariado hubiera llegado al poder y que, por tanto, esa fase debía cumplirse.
(Gramsci)
Los marxistas revisionistas como G. Lukacs y A. Gramsci trataron de desarrollar un marxismo menos mecanicista, considerando la dialéctica como un proceso abierto e insistiendo en la lucha ideológica o cultural como medio para alcanzar el poder en las democracias liberales de occidente.
Pero el marxismo no se limitó a ser la filosofía oficial en los países comunistas, también influyó notablemente en muchos otros autores y corrientes que no eran de observancia marxista y que, sin embargo, acogieron algunas de sus ideas. Este es el caso por ejemplo del existencialismo de J. P. Sartre, del estructuralismo de Louise Althusser (1918-1990) o del freudomarxismo de los integrantes de la E. de Frankfurt como Herbert Marcuse. Su influencia fue pues enorme hasta el punto de que también el marxismo está presente en corrientes de pensamiento teológico cristiano como la Teología de la Liberación y movimientos como "Cristianos para el Socialismo" de gran influencia en los países hispanoamericanos.
El marxismo, la verdad sea dicha, se encuentra hoy de capa caída, al menos entre la intelectualidad de Occidente. Se ha demostrado que no es una ciencia y que como filosofía moral deja mucho que desear, no tanto por sus pretensiones de mayor igualdad y justicia social, sino por los medios (la violencia revolucionaria) que propugna para conseguir estos objetivos.
Hoy nadie cree seriamente que la colectivización de los medios de producción vaya a traer prosperidad alguna al mundo, sino todo lo contrario:más pobreza y menos libertad.
Para comprender esto te puedes leer el libro "Rebelión en la Granja" de George Orwell y entenderás a la perfección por qué un sistema de economía dirigida acaba con la libertad, con la igualdad y hasta con la fraternidad.

El comunismo triunfó, como sabes, en Rusia a partir de 1917. Luego se extendió a otros muchos países como Yugoslavia, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Albania, Bulgaria, Hungría, China o Cuba. Sin embargo, las previsiones de justicia social y libertad prometidas por el comunismo no se han cumplido en la mayoría de los países que lo adoptaron. En la URSS, y en el resto de países comunistas del Este, el comunismo se ha diluido como un azucarillo en la década de los noventa, después de más de 75 años en el poder, aunque aún perdura en Cuba, Corea del Norte o China (si bien la economía china está evolucionando hacia formas capitalistas).
¿Qué es lo que falló? ¿No era el sistema comunista un plan perfectamente racional y humano? ¿No tenía la pretensión de repartir la riqueza e igualar a todos? Pues, ciertamente, a pesar de sus buenas intenciones, el sistema fue nefasto. En primer lugar, generó una total ausencia de libertad pues, como ya te he comentado, para que un plan tan ambicioso funcione hay que prohibir toda clase de crítica y evitar cualquier disidencia. Si se pone en duda el plan o no se colabora en su ejecución, el plan se va al traste. Por otro lado, el criterio de justicia de Marx era en exceso idealista y difícil de aplicar, pues si bien es deseable que cada cual reciba según sus necesidades y cada cual trabaje según sus capacidades, lo cierto es que alguien tiene que determinar qué necesidades y qué capacidades tiene cada ciudadano. Para ello se requiere una enorme burocracia y un montón de funcionarios improductivos dedicados a vigilar a los demás para determinar exactamente qué y cuánto necesitan, y cuáles son sus capacidades. Y ello porque, si dejamos que sean los propios ciudadanos los que establezcan sus necesidades y capacidades, entonces el fraude y el engaño están a la orden del día. Pero aún disponiendo de funcionarios eficientes, la labor de vigilancia es inconmensurable: ¿cómo puede vigilarse a millones de personas?, ¿cómo puede saberse cuáles son sus necesidades reales? Y, lo más difícil, ¿cómo puede saberse que trabajan lo que pueden trabajar y que no se están reservando capacidades útiles para la sociedad? En la práctica, la tarea de establecer necesidades y capacidades resultó imposible, así que se optó por establecer un igualitarismo ramplón que generó de inmediato muchas resistencias y, sobre todo, una falta de productividad alarmante.
Si no crees lo que digo solo tienes que ver un documental realizado por una serie de historiadores franceses que se titula "La culpa fue de Lenin" de Daniel Leconte, dónde explican a la perfección cómo y por qué se asesinaron a tantos millones de personas en la URSS.
Por si no localizas este documental, te resumo su contenido:
El documental cuenta como Lenin se hizo con el poder en 1917 mediante un golpe de Estado contra el Parlamento Ruso constituido después de la caída de la monarquía de los Zares. Alcanzado todo el poder y disuelto el Parlamento Lenin se dedicó, junto con sus seguidores, a la instauración del comunismo en Rusia. Al sistema le era imprescindible eliminar cualquier tipo de resistencia o disidencia interna. Esto era lógico, pues si de lo que se trataba era de dirigir la economía desde el Estado e instaurar una igualdad real, todos debían obedecer los dictados del Partido Comunista y de su líder. Lenin acuñó entonces un concepto que inspiró en todo momento su política revolucionaria: la unidad de la voluntad. Significaba que, para conseguir los objetivos de la revolución comunista, era necesario que solo hubiera una voluntad, tanto en el Gobierno como en el Partido. Así que el primer paso que dio Lenin (además de acabar con el pluralismo de partidos) fue eliminar la disidencia en su propio partido. Los llamados "mencheviques" (en ruso "minoría") del Partido Comunista, fueron poco a poco silenciados, deportados a Siberia o asesinados por sus propios compañeros de revolución, los "bolcheviques" (o "mayoría" en ruso). Depurado el partido, Lenin inició una campaña de depuración de todos los elementos hostiles a su política: la burguesía, los sacerdotes ortodoxos y los campesinos propietarios (a los que llamaban "estiércol medieval"). Su mano derecha, Zinoziev, lo expresó con total claridad: "De los cien millones de habitantes de Rusia debemos ganarnos a noventa millones, el resto debe ser aniquilado".
Stalin, a la muerte de Lenin, prosiguió con esta tarea revolucionaria. En 1929 tomó la decisión de expropiar las tierras de todos los Kulacks o campesinos propietarios, deportó a millones de ellos, y expropió sus cosechas provocando la muerte por inanición en regiones como Ucrania, dónde se calcula que murieron entre cuatro y cinco millones de personas. Hasta tal extremo llegó la esquizofrenia política de Stalin y sus colaboradores, que para impedir que los campesinos se comieran las cosechas -y erradicar cualquier vestigio de economía capitalista- llegó a dictar leyes que condenaban a muerte la simple tenencia de más de cinco espigas de trigo. El grano era requisado por el Estado y todos los campesinos tenían la obligación de entregarlo. Luego el Estado lo repartiría en la cantidad que estimase conveniente. De este modo los comunistas tenían en sus manos la vida de todos los ciudadanos y fue, precisamente, dejándoles morir de hambre como pudieron exterminar a cualquiera que se opusiera a sus planes.
Otra cosa que hizo Stalin fue incrementar el número de campos de concentración que ya había puesto en marcha Lenin en 1919. Se calcula que entre 1930 y 1940 unos 15 millones de personas formaron parte de la población reclusa de estos campos (el GULAG) dónde realizaban trabajos forzados de interés económico para el Estado Soviético. Aprovechando esta mano de obra barata se construyeron varios canales, y se explotaron las minas de carbón o de oro y los yacimientos petrolíferos de Siberia a costa de millones de muertos. Los prisioneros eran reclutados entre opositores al régimen, campesinos contrarios a las colectivizaciones, polacos deportados, prisioneros de guerra, e incluso rusos que volvían de las cárceles alemanas y con los que no se sabía muy bien que hacer. Las detenciones eran masivas y el supuesto "juicio" se realizaba por la propia KGB sin estar presente el acusado. Historiadores como Pierre Chaunú estiman, ante estos hechos, que el Comunismo ha sido "la mayor empresa carcelaria de la humanidad".
El resultado es escalofriante: Unos 20 millones de muertos en la URSS a partir de 1917. Otros regímenes dónde se instauró el comunismo, como China, llevan a sus espaldas la desmesurada cifra de 65 millones desde 1949. A estos muertos habría que añadir 1 millón de muertos en Vietnam, 2 millones en Corea del Norte, 2 millones en Camboya, 1 millón en Europa Occidental, 150.000 en América latina, 1,7 millones en África, 1,5 millones en Afganistán y una decena de millares atribuibles al movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder. En su conjunto la cifra total de muertes causadas por el comunismo, según "El libro negro del comunismo" de Stéphane Courtois y otros, en todos los países que han adoptado este sistema, se elevaría a unos 100 millones aproximadamente.
Estos hechos provocan el comentario del historiador Juan Pablo Fusi que dan que pensar:
"La realidad está ahí: la represión de Stalin -20 millones de muertos que nadie ha rectificado jamás- causó el doble de víctimas que la dictadura nazi".
Y la pregunta que se hace este historiador ante esta situación es :
¿Por qué los crímenes comunistas no forman parte de la conciencia colectiva?
La respuesta la puedes encontrar en un libro sobre Stalin de Martin Amis que se titula "Koba el Temible"
En este libro se habla de "la asimetría de la indulgencia" y de "laguna moral" para describir esta situación actual de indulgencia con los crímenes el comunismo. La cuestión no tendría mucha importancia si no fuera porque esta condescendencia está dando alas al renacer del marxismo y sus propuestas de colectivización de los medios de producción, en algunos países hispanoaméricanos. Esta es una muy mala noticia para estas democracias, si tenemos en cuenta la experiencia histórica de los países que adoptaron el comunismo.
Esto me hace pensar que es verdad eso que dice el refrán: "El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra".